– Porqué cóños me estas llamando tan temprano?
– Disculpe Jefe, pero es una emergencia.
– Emergencia? Qué pasó?
– Las fábricas y las tiendas amanecieron rodeadas de basura.
– Basura? ¿Qué basura?
– La de los productos que vendemos en nuestras tiendas.
– Recuerda que les dije que para qué hacían los empaques más grandes que el contenido?
– Sí, Jefe. Pero a usted le gustó la idea de aumentar las ventas engañando el ojo del comprador.
– ¿Y?
– Jefe, pero no son solo empaques lo que nos han dejado.
– Noo? Y qué más?
– Pues herramientas, máquinas, electrodomésticos, computadores. Aquí veo de todo.
– También les dije que no era necesario reducir la vida útil de esos aparatos.
– Jefe, pero cuando la experta en “obsolescencia programada” nos explicó cómo aumentarían las ganancias, recuerde que los economistas y usted quedaron con la boca abierta e inmediatamente dieron la orden que se aplicara, porque la competencia también se había enterado y no nos podíamos quedar atrás.
– Convoque de inmediato una reunión con todos los directivos de las fábricas y las tiendas.
– No puedo Jefe.
– ¿Cómo que no puede?
– Es que toda la información de contactos está encerrada, Jefe. Y la montaña de basura ni siquiera me deja ver la puerta de entrada.
– Y que espera para dar aviso a la policía, la empresa de basuras, los bomberos. ¡A todos¡ ¡Haga algo¡
– Sí, Jefe. Inmediatamente.
– María?
– Buenos días Jefe, a sus órdenes.
– Nada de buenos días. Comuníqueme urgente con el alcalde y luego con el Director de la Policía. Cuando los tenga, pase la llamada a la tina.
– Sí, jefe.
– Señor, me oye? Aló.
– Lo escucho, Alcalde. Ya se enteró del problema que tiene su ciudad?
– Sí, Señor.
– Y qué va a hacer?
– Pues vamos a reunirnos para evaluar la situación.
– Ah, ustedes apenas se van a reunir para evaluar. ¿Acaso usted no está para prevenir? ¿O para qué piensa que le financié la campaña cuando propuso su nombre como candidato?
– Sí, Señor. Para prevenir. Para trabajar por la ciudad.
– ¿Y trabajar por la ciudad es permitir que la gente invada mis negocios con basura?
– No, Señor. Nunca pensé que fueran a llegar tan lejos.
– ¿Tan lejos?
– Sí, Señor. Lo que sucede es que la gente es desagradecida. Después que gastamos tanto dinero de la Salud Pública para enseñarles a separar las basuras en sus casas y facilitar la recolección y el reciclaje, les salimos a deber.
– A deber?
– Sí. Señor. Argumentaron que como la separación de basuras es un trabajo y tiene un valor, el municipio debe compensarlos económicamente descontando de la factura que les cobramos por los servicios de aseo y recolección de basuras. Y amenazaron con abandonar la separación si no aceptamos su solicitud. Además dijeron que a ellos no les interesaba comprar basura sino productos, y que ese no es un problema del municipio ni de los consumidores sino de quienes la fabricaron.
– Y usted que hizo?
– Como yo solo no puedo tomar decisiones, convoqué al Concejo municipal, pero ellos no lograron ponerse de acuerdo.
– Ah, mientras usted no toma decisiones y los concejales no se ponen de acuerdo la basura fue a parar a mis negocios.
– Pero, Señor.
– Alcalde, a mí no me importa que cuando se trate de los intereses del pueblo usted no haga prevención porque eso a los políticos no les produce ganancias. Sé que ustedes esperan que suceda la catástrofe para prometer soluciones en los medios de comunicación, promover su imagen y ganar dinero con las reconstrucciones que luego convierten en futuros votos para seguir en su ascenso. Eso tampoco me importa. Pero mis empresas no son del municipio ni del pueblo y usted tenía que prevenir está locura.
– Disculpe, Señor, pero hay cosas que se le salen a uno de las manos.
– Pues de las manos, mi querido alcalde, se le acaba de salir mi apoyo para las próximas elecciones. Pero no se vaya que voy a hablar con el Director de la Policía y quiero que escuche.
– Aló. Sí, General, ahí lo escucho perfecto. Déjese de cortesías General. Este no es un día para formalidades. Supongo que usted ya se enteró.
– Sí, Doctor. Acabo de enterarme.
– Y qué noticias me tiene?
– Por ahora, Doctor, las que están emitiendo los medios de comunicación. Pero estamos trabajando.
– Entonces ustedes están más atrasados que el alcalde. Mire, general, yo no quiero que trabaje sino que actúe. Detrás tiene que haber algún líder, una organización. Quiero responsables capturados, judicializados y en la cárcel. O en su defecto responsables muertos.
– Sí, Doctor.
– A mí no me importa si es un subversivo, un ecologista radical o una organización. Quiero responsables, General. Porque eso es invasión y obstrucción a la propiedad privada, a la libre empresa. Quienes hicieron eso son unos delincuentes.
– Sí, Doctor. Por ahí circula una versión que todo comenzó con un grupo indígena quienes obligaron al proveedor que les recibiera la basura porque a ellos solo les interesan los contenidos y no los empaques de los productos que compraron. Usted sabe, Doctor, que ellos piensan diferente. Parece que la idea se regó y llegó hasta la ciudad.
– A nosotros no nos interesa si la gente piensa diferente. Haga su trabajo, General. Busque culpables. A esa horda de imbéciles no se les pudo ocurrir solos darle la vuelta a la torta.
– Sí, Doctor.
– No se le olvide que la estabilidad social y económica de las fuerzas armadas depende menos del Estado que de los aportes que hacemos los empresarios. Somos nosotros quienes cuidamos de ustedes para que ustedes cuiden de nosotros.
– Nosotros lo sabemos, Doctor. Siempre les estaremos agradecidos.
Pensar diferente… ¿Qué podrá ser esa mierda de pensar diferente?
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