…me llamo Morgat

…me llamo Morgat

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23/02/2019

…me llamo Morgat

Detrás del centro comercial hay un bar, que regenta un chino, donde me quedo todo el tiempo que quiero, aprovechando el WiFi gratis y gastando solamente un euro veinte en un café. ¡Ya no puedo permitirme ni la puta Fibra!

Tecleé la dirección de correo de mi editor y empecé el chat con un: hola Liberto. Mi editor se llama Liberto. No hubo respuesta. Sabía que había alguien al otro lado. Lo sabía porque conozco a Liberto.

− Liberto hola − repetí, fijando la vista en la pantalla. Y, otra vez, no hubo respuesta.

− Liberto ¡coño!

− ¿Qué quieres?

− Quiero trabajar − chateé como respuesta.

Pasaron unos segundos interminables. Sin duda Liberto estaba sentado tras su escritorio. Sobre su cabeza, colgada en la pared detrás de él, está la portada, enmarcada, de su único éxito editorial: La insoportable levedad del ser, de Kundera. De esto sólo queda un lejano recuerdo.

− Pensaba que te habían matado, leí algo en los periódicos − escribió Liberto − ¿Qué has escrito este año después de tu Lady Macbeth? − añadió seguidamente.

Piqué en mi teclado:

− De esto quiero hablarte. Acabo de salir del hospital.

Liberto se encendió un cigarrillo.

− ¿Por qué no te buscas un empleo?

− No quiero un empleo − le contesté − ya tengo un empleo, soy escritor, escribo relatos cortos.

− ¡Ya no quedan escritores de relatos cortos! − chateó Liberto − ¿Has escrito en el hospital?

− ¡Espera! te mando el primer párrafo…

«Aquí en la Tierra acostumbro acostarme temprano. Esta misma tarde, en el CSMA, pensé que no me daba tiempo para mi práctica diaria de metempsicosis. Llevo ya varios meses hospitalizado. Me trasladaron los del SEM desde el CAP de Bañolas. Me encontraron deambulando medio desnudo por el paseo Darder.»

− …creo que te puede interesar.

«La doctora Galofre, que aquí en el centro me tiene en tratamiento después de lo de Bañolas, dice que mis sueños, ¡así los llama!, son por lo general pomposos y feroces. Galofre y sus colegas no comprenden mi forma de explicarme: la llaman retórica declamatoria con falta de incandescencia nerviosa. Manifiestan que me enredo como una hiedra trepadora.»

− ¿Qué más?

«Aquella mañana, en Bañolas, estaba reflexionando con el lago, como por otro lado vengo haciéndolo desde varios siglos. Me levanté de mi tumbona en el establecimiento de los Viejos Baños y empecé a pasear. Mentalmente elaboraba el principio de la entidad imperfecta, omnipotente pero no omnisciente del lago, para plantear el tema de la interacción entre seres inteligentes. En el CAP, después de un primer reconocimiento, me pusieron una bata gris atada por detrás y estuve a la espera de un médico. Me pasaron a un despacho desprovisto de toda calidez, donde una mesa de metal y dos sillas a ambos lados de la misma, disfrazaban la soledad.»

− ¿Qué me dices? − pregunté − ¿qué te parece treinta céntimos por palabra? ¡mil palabras, trecientos euros!

− No voy a pagar para algo que no veo claro.

− Espera…

«Galofre, que no es una estúpida, se sorprendió en averiguar que yo me desplazo en el espacio aunque no en el tiempo, por mucho que, al conocerme, no daba esa impresión. Descubrió también, sin comprenderlo, que para mí existe una película dentro de otra película, donde se comparte el mismo lugar pero, no el mismo tiempo. Escondida en su impecable bata blanca, intentaba disimular su estupor, al escuchar mi historia. Para ella mi cuadro clínico era el de la alteración de la realidad, de la divagación o apatía.»

− ¿Y cómo acaba? ¡No entiendo! ¡Mira! quince céntimos por palabra. Puedes tomarlo o dejarlo.

− Espera, espera…

«Aquí en el CSMA, sumergido en una fatigada neblina mental, alejado de la orilla de mi lago, descubro que a los humanos todavía les queda mucho espacio interior por descubrir y entender. ¡Los humanos no saben que los referentes son velados espejimos! El porvenir tomará rumbo para siempre en la imprevisibilidad del camino.»

− A Esteban le pagas más de treinta céntimos por palabra y no se entiende un carajo de lo que cuenta: ¡ya me explicarás quien es Ernesto!

− Repito, puedes tomarlo o dejarlo: hoy a la gente no le interesa el espacio interior.

− Todo lo que quiero es otra oportunidad. ¿Puedes adelantarme cincuenta euros? Te paso la cuenta y me haces una transferencia.

“¡Qué cabrón!” pensé, “¡no es capaz ni de reconocer que es bueno lo que le he mandado! ¡al diablo!, necesito la pasta”.

«El lago es mi instrumento de trabajo. El lago es un compuesto de materia capaz de pensar, es decir, que es, en cierto modo, la materialización del pensamiento. Un lago-cerebro protoplásmatico catalogado con el nombre de Código Bañolas, una máquina que genera y materializa en la realidad un suplemento de vida.»

− ¡No más de mil palabras!

«Yo me llamo Morgat, aterricé hace doscientos cincuenta mil millones de años cuando la época cuaternaria. Trabajo en distorsionar el pasado. Borro minuciosamente el tiempo, segundos, minutos, semanas, siglos y ausencias, con el fin de recuperar nuevos horizontes. Me canso mucho y necesito dormir. A veces la exigencia es tanta que la presencia del ensueño incluso me despierta. Una vez en mi cama, aquí en el centro donde ahora estoy ingresado, me encamino de nuevo hacía otra mímesis de mi sueño. Me han prescrito Meprospan para que me olvide del Código Bañolas. Si pudiera tomármelo con un poco de hielo y una generosa dosis de Wild Turkey evitaría mutaciones póstumas.»

− ¿Con qué titulo?

− Código Bañolas.

− ¡Estás como una cabra!

− ¡A qué lo hago bien……! − y cerré el chat.

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