Llevaba años, viviendo en aquella portería, desde la conserjería los observaba a todos ; sus reacciones, sus actitudes a la hora de enfrentarse a una situación adversa.. «¡je!» adversa en su cabeza enferma, pensaba.
Su A. D. N. emocional modificado distorsionaba su visión y sus emociones las dominaban sus defectos de carácter. Su egocentrismo y soberbia les hacía sentirse importantes y observados en todo momento ; no provocaban ningún tipo de comiseración hacia ellos.
Son capaces de utilizar cualquier método, sin ningún tipo de base moral, con tal de conseguir lo que quieren o simplemente por no perder su protagonismo.
Sabía que algo gordo iba a pasar y no era un ser de 150 kg.
Todos los días al observarlos, leía sus gestos, practicaba la escucha holografica cuando hablaban entre ellos, y me daba cuenta que algo se estaba cociendo.
Para que os hagáis una idea, lo de matar como objetivo, era como para nosotros los «normales», salar un pescado, el tiempo necesario de coger el punto de sabor.
O el morbo que les producía a ellos la tensión de que no les viese nadie, aún sintiendo el peligro de poder ser descubiertos.
Como cuando vas al cine, con alguien que te pone mucho y esperas ansiosamente que apaguen las luces, para deslumbrar su cuerpo con la luz que desprende la pantalla de la sala. Y empiezas a moverte en tu butaca, buscando la forma de empezar a recorrer su cuerpo, con tu mano, sin que se den cuenta los que te rodean ;
deseando a la vez que la otra persona tenga que controlar los gemidos de placer que le provoca la cercanía de su mano en la entrepierna, (sin llegar a rozar el clitoris).
Con su A. D. N. emocional modificado, no podían evitar pasarse por el «forro», » les tiraba de un pie», les importaba una mierda, ser pillados, en realidad, su enfermedad les llevaba siempre a la muerte, como destino final.
Alli trabajaba y vivía todos los días, no era como ellos, no sufría los resultados enfermizos de tal experimento, sin embargo, estaba loco.
Su locura por Inmaculada hacia que la esperara ansioso todas las mañanas y cuando su mirada se cruzaba con la suya, la emoción que invadía todo su ser, hacía que su cuerpo vibrara, como nunca lo había hecho.
Alan, hacía números para adoptar un modo tranquilo y sereno, saludando cortes y educado. Ella con su talante se lo hacía ver, su jerarquía en aquel lugar era superior a la suya; tanto era así que su actitud provocaba en él un sentimiento de lujuria que lo llevaba a imaginarla en la cama haciendole el amor, toda sudada y temblorosa de placer, abandonandose a su deseo, que no podía ser otro igual en otros brazos que no fueran los suyos.
Volviendo a la realidad, los hechos eran otros, Inmaculada, altiva siempre, se dirigía a él tan solo para pedirle que le llevara algún café o algunas llaves a su despacho. A veces se le notaba que hacía un esfuerzo, incluso para sonreírle ; aunque su locura de amor enfermo y obsesivo por ella, no le dejaba ver la realidad.
Delante de los demás usuarios disimulaba, procurando no fijar la vista sobre su ser, cuando se alejaba hacia su despacho. No quería que nadie se diera cuenta de su locura de amor por ella.
Para poder disfrutar, mientras estaba sentado en conserjería, visualizandola todas las veces que quisiera, había puesto camuflada una cámara en un cuadro de la pared, del fundador de este manicomio, como lo llamaba él.
¡Oh Dios! ¡Qué locura la suya! Sólo le servía para ponerse peor y pasarse noches excitado, tocándose, imaginandola desnuda a su lado y entregada a él.
Pronto los celos empezaron a tomar partido en sus disturbios con ella, al observarla veía como se dirigía a los demás su rostro se iluminaba, su mirada era dulce y tierna. Eso no le pasaba con él.
Empezó a sentir una rabia incontenida, quería hacerle daño, él que en su imaginación ya se había casado con ella, que llevaba tiempo caminando a su lado y le era indiferente.
Una mañana despertó llorando sufriendo, con una rabia dentro de él, que cortaba el aire que respiraba. Todo lo que se cruzaba delante de él, le molestaba : coches, peatones… Cuando volvía de hacer la compra, todos los días, antes de que llegara nadie, decidió, mientras apoyaba el bote de tomate triturado encima de la mesa, que tenía que morir y sin sangre.
Entonces, empezó a disfrutar pensando en que, por fin, iba a desaparecer ese dolor que presionaba su pecho y no le estaba dejando respirar provocándole una angustia insufrible. Oír las voces, aquella mañana, al saludarse entre ellos, le confirmó que era lo correcto, no lo soportaba. ( falsos, solo me quieren fastidiar, repetía en su cabeza…) robándole la atención de la desagradecida Inmaculada : Asquerosa… Murmuró, tú a mi no me jodes…
Y así, con todo ese veneno y ganas de deshacerse de él, vio cómo hacerlo de una manera limpia y sin dejar rastro. El llevaba las llaves, entraría en el despacho de Inmaculada y cambiaría sus cápsulas, especial tratamiento locos por las de la muerte. Sus efectos serían rápidos, no sufriría. Pasaría de estar casado a estar viudo, por fin esta locura pasaría a ser una enfermedad transitoria.
No es ninguna novedad que existe la enajenación mental, por desgracia se ven casos todos los días y a nivel mundial. Importante sería tener claro.
Vive y deja vivir.
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