CIUDAD

Arboles que se yerguen brillantes, impávidos, colosales, y un ejercito de insectos ruidosos, parpadeantes luciérnagas, hormigas laboriosas, pájaros dormitantes en concierto a veces melodioso otras veces graves son las notas que emiten…

Arboles con ojos brillantes, azules, rojos, amarillos, blancos, verdes, parpadeantes, indecisos. Sus ojos estáticos en la lejanía con ocasionales pestañeos en la oscuridad antes de cerrarlos para soñar con estrellas y lunas lejanas. Detrás, telón de nubes algodonosas, grises y blancas, sombras y reflejos. La luna hoy se esconde. Su brillo se apaga y de tanto en tanto algún guiño se dispara en la oscuridad.

Dentro, palpitan vidas y arterias, sangre que fluye sin pausa. El tiempo imperturbable se deshila lenta y constantemente hasta que la brillante estrella amarilla, de brillo enceguecedor y cálidos abrazos comienza a despertar esas corrientes para invitar a otro día de vida a esos seres palpitantes que no regresaran a sus cobijos hasta que la oscuridad nuevamente envuelva a esos gigantes solos que se enfrentan con el infinito y desolado mar, impertérrito espejo de la soledad.

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