PÁGINA EN BLANCO

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La maga

25/02/2019


Toda palabra recorre la suerte, o la desgracia de someterse las letras a mezclarse de la forma que anhelen. ¿Quién elige cómo, cuándo y dónde se unirán? Más importante aún, ¿Por qué se deslizan de tal manera hasta desembocar en una expresión que se desvive por ser pronunciada? ¿Por qué no se atreven a delinear palabras no conocidas aún… si el diccionario las espera?

Toda palabra recorre la suerte, o la desgracia de caer ante la catarata insaciable y desmedida de un escritor. Sólo este sabrá si triunfarán de boca en boca o reposarán de forma infinita en el olvido. Los vocablos llegan del más allá, y si el pulso lo permite dejará que se adueñen de la superficie que se irá poblando. Algunas manos tomarán la carcasa y buscarán descifrar el interior. Otras quitarán sólo el polvo.

Estoy observándolo y percibo que él vivió un tanto más que un pestañeo, demasiado para un ser de carne y hueso. Alguna noche, o en algún momento del día destina sus impulsos al vaivén selectivo de las palabras, las cuales disfrutan rodar por los labios y los oídos impropios despertando al sentido más vulnerable, atrayendo a aquel que se disponga a entrar en el juego.

El escritor está sentado en su escritorio. Trata de escribir, pero su atención se corrompe y toda su imaginación se vuelca “inútilmente” en el origen de la profundidad del papel.Quiere perderse en el alboroto de las palabras donde puede finalmente encontrarse.

Estaba en la mitad del camino. Dos opciones tenía; el pasado o el futuro. ¿Sentir algo cuya esencia se recicló o avanzar hasta lo desconocido? El tiempo que tenia era el mismo al consumirse un fósforo cuando la llama lo condena. Las dudas iban congelando al reloj y los signos de pregunta encendían las cuatro paredes. ¿A dónde van los recuerdos cuando la memoria se convierte en un hueco sin sentido?

El cigarrillo se resbalaba por sus labios secos, desgastados y deshilachados. Cuando la realidad comenzó a pesar le sacó punta al lápiz y entonces se preguntó: ¿Quién mantiene latente al ciclo de la existencia? ¿Quién va apagando las almas y encendiendo otras? El silencio delató la inexistencia de una respuesta. Había olvidado donde estaban sus remembranzas y sus recuerdos habían olvidado quién era su dueño. Seguía perdido en la llana membrana opaca y no lograba consumir la mina del instrumento que traducía su alboroto en una línea legible. Signos de pregunta; ¿Es mirar a los ojos hundirse en la profundidad ajena? Dudas que una silueta mortal nunca podría responder.

Pareciera haber alguien en el living, pero solamente juguetean las voces que el televisor escupe. Los portarretratos vuelven inmortales a las agujas. El reloj encasilla al tiempo. Las paredes limitan el temblor de la magia. ¿Saben las olas cuál es el límite? ¿Existe algo que las asusta de la orilla? ¿Quién sería el último humano en respirar en la Tierra? ¿Quién fue el primero? En su mente no existía el recuerdo de las caras; sólo el sonido de las voces. No convivía con la realidad, sí con la entelequia.

Sus ojos buscaron un pensamiento que detecte el sabor de la vida, su pulso es nervioso y cuando intenta trazar cualquier letra, se arrepiente y vuelve a entrelazar sus dedos. Las letras hablan y le dicen que están disconformes. ¿Cuál es la combinación perfecta para hacer de un vocablo una existencia inmortal? Las letras gritan e imploran ilustrarse en palabras. Las palabras exigen unirse y vivir como oraciones. Ahora sollozan las oraciones y reclaman longevidad y riqueza. Los libros miran y las bibliotecas imploran recibir una nueva obra. ¿A dónde van los libros cuando su final es revelado?

Un retazo rectangular opaco sin renglones que pertenecía a un cuaderno viejo reposa en el estante superior de la biblioteca de pino del living. Cada tanto brillaba implorando que sus manos se acercaran a llenarlo. A veces hasta gritaba y solía lloriquear si el polvo se acumulaba.El escritor, presionado obviaba su presencia y sólo se hundía en la pureza del papel. A veces, este solía demandar que la mina lo acariciara, pero entendía que la unión azarosa o selectiva de las letras dependía de mucho más que sólo un efímero deseo.

Otra vez el escritor intenta manipular el lápiz, pero la mina permanece afilada, latente.Habían abandonado su función el teléfono y el reloj. El vidrio se había empañado. El vino abandonaba la botella y poblaba la copa redonda. El minuto que faltaba duró años en llegar. El tiempo congelado, inhibió el desliz de la fantasía. ¿Dónde escribiría cuando la vida útil de ese anotador se consumiera? ¿Serían las libretas opuestas capaces de bifurcar el universo?

Cuando un anotador es azotado por un lápiz que una mano decidida porta, no existe retorno. ¿A dónde irían todas esas palabras? ¿Sabrían el camino de regreso? Reciclando la realidad comprobamos que estamos escribiendo. Los libros comienzan como un hilo de emociones cruzadas, lazos, ataduras; paralelismos. Luego se traducen en letras y se vuelven un tanto más tangibles. El universo se bifurca proclamándose como laúnica opción de residencia, pero derivando en dos opciones sobre la cual apaciguar el saberse mortal: Hundir la mina sobre el papel o dejarla reposar para siempre.

La realidad no es más que una hija no reconocida de la imaginación. ¿Quién proyecta los paisajes? ¿Quién decide que se trazará sobre esa página pálida? Entonces, confirmo que toda palabra recorre la suerte, o la desgracia de someterse las letras a mezclarse de la forma que anhelen. Sólo el escritor, yo, sabré si triunfarán de boca en boca o reposarán de forma infinita en el olvido.

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