Complejidad simple

Complejidad simple

Irenu

20/02/2019

Su primer año de universidad no estaba siendo en absoluto como se lo habían imaginado de pequeñas. Animándolas a estudiar, sus padres siempre les habían contado historias de su época universitaria. “En la universidad creces como persona”, “aprendes a valerte por ti misma”… Pero había algo que siempre habían ansiado por encima de todo “en la universidad se conoce a mucha gente muy diferente e interesante, míranos a nosotros” decían. La amistad que tenían Lurdes y Alba era un efecto secundario de la relación que entablaron sus padres en sus años de estudiantes. Una amistad sin consentimiento que con los años ha llegado a ser su relación más estable.

Años después se matricularon en el mismo grado: Historia del arte. Nunca supieron decidirse sobre qué querían estudiar. En sus familias siempre habían dado por hecho que irían a la universidad y ellas tenían claro que no estudiarían lo mismo que sus padres “una con poca nota de corte”. A pesar de todo, la universidad no estaba siendo como esperaban. Su círculo social no había crecido en especial, la cantidad de “plantillas a seguir” para los trabajos, “modelos que estudiar” y “guiones del profesor” no les transmitía una gran sensación de independencia y crecimiento personal y las clases eran más parecidas a las del instituto de lo que los profesores querían admitir, más intensas eso sí.

‒Alba tía, mi hermana me ha dicho que hay mazo de sitios por el centro donde puedes entrar gratis con el carnet de estudiante.

‒Pero sitios… ¿de qué?

‒¡Ay joder! Pues para ver exposiciones y eso ‒chasqueó con la lengua.

‒¡Aaah! ¿Quieres que vayamos a una?

Lurdes asintió con la cabeza y una sonrisa ilusionada.

‒Buah, vamos a una que no hayamos visto todavía en clase. De fijo que sabemos interpretarla.

Una mirada de complicidad entre las dos amigas fue suficiente para cerrar el plan. No siempre se había entendido tan bien, de pequeñas necesitaban siempre de la intervención de sus padres en sus juegos o sino, normalmente, Lurdes acababa enfadaba porque Alba no quería compartir y Alba no quería jugar porque Lurdes era demasiado bruta. Incluso creciendo, una vez que Alba le quitó el novio a Lurdes, estuvieron una temporada sin hablarse. Aunque en realidad no estaban juntos así que acabó pasando el enfado. Incluso antes de decidir qué grado estudiar se causaron la una a la otra varios quebraderos de cabeza. Pero ya tenía tal grado de entendimiento entre sí que las palabras no eran necesarias.

‒Mira esta, ¿qué dices? ‒preguntó Lurdes mirando fijamente la pantalla de su ordenador.

‒Mmmm. Kandinski, no le conozco.

‒¡Mejor! ¿No era eso lo que buscábamos?

‒Sí, sí. Genial, ¿cuándo vamos?

‒¿Sábado por la tarde puedes? ‒tanteó aun sabiendo la respuesta.

‒Vale, sábado por la tarde, ¿vamos juntas?

De nuevo, no hizo falta una respuesta.

Aquel sábado por la tarde Lurdes se subió sola al autobús que la dejaba en la plaza donde estaba la sala de exposiciones. Enfadada y harta de que Alba siempre llegase tarde decidió ir por su cuenta, ya se encontrarían allí. Veinte minutos más tarde Alba se sentó en el banco donde Lurdes se había quedado observando un cuadro empanada.

‒Hola ‒dijo Alba trayéndola de vuelta a la realidad.

‒Hola ‒respondió Lurdes poco entusiasmada. ‒¿Qué te parece? ‒señaló con la cabeza el cuadro que se exhibía frente a ellas.

Alba se fijó por primera vez en lo que tenía delante. Tardó unos segundos en responder.

‒Me gusta, la verdad, pero no lo entiendo.

‒Bueno para eso hemos venido tronki ‒estableció Lurdes dando a entender que, en el fondo, esos veinte minutos de espera, no habían sido para tanto. ‒Vamos por partes, ¿por qué esa elección de colores?

‒Pff es que parece aleatorio, ¿no? No hay un ambiente homogéneo, hay todo tipo de colores fríos, cálidos, primarios, secundarios, fuertes, claros… Igual que las formas. Son todo formas geométricas supuestamente simétricas pero las ha colocado de una forma tan caótica…

‒Ya, pierde la armonía, ¿no? Es como contradictorio.

Una pareja de ancianos paseaba con calma por los pasillos de la exposición. No se paraban demasiado en cada cuadro a pesar de que les gustaba lo que transmitían. Sin embargo, sí que se pararon al ver a dos chicas sentadas en un banco frente a uno de los cuadros. Primero se fijaron en el cuadro, pero no supieron discernir qué era aquello que lo hacía destacable frente al resto de cuadros. Se acercaron al comentario que había colocado, probablemente el encargado de la exposición, en la pared y leyeron:

Complejidad simple:

Se dice que son los contrastes, las contradicciones; los ingredientes necesarios para crear la Armonía. Cómo del Caos nace la belleza. Cómo puede si quiera nacer un sentido si acaso no es esa la esencia imposible del caos. Pues, ¿no es el caos pura confusión y desorden? Pues, ¿no es un mundo errático y amorfo que, sin embargo, parece tener un sentido intrínseco: la Armonía? ¿A caso la armonía solo existe dentro del caos que existe dentro de cada uno de nosotros? Si de la imagen más aparentemente caótica nace la sensación sublime entonces en la realidad más dispar y complicada se encuentra el equilibro más claro. Y así, la realidad se contradice a sí misma y encuentra en la consonancia de sus errores y anormalidades el soporte para llegar a la perfección, la belleza y la sublimidad.

La pareja dirigió su mirada hacia las dos chicas que escrutaban el cuadro con tanta fijación que casi se podían ver reflejadas las formas y colores en sus pupilas. Se dedicaron una sonrisa mutua y siguieron con el resto de la visita.

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