Por fin sintió el viento en su cara. Su libertad.

Tanto tiempo había anhelado salir de ese agujero frío y oscuro.

Tanto tiempo padeciendo el cautiverio.

Tantos años conviviendo con caras amenazantes, con miradas lascivas. Con la angustia propia de quien se sabe mortal.

Tantos años tratando de tomar valor.

Incontables fueron las noches en las que soñó con escaparse y ver toda la luz del sol.

Soñaba con sentir el calor y el frío, la quietud y el viento, todo junto al mismo tiempo.

Hoy era el día. Hoy su libertad por fin le pertenecía.

Se miró las manos. Se miró lo que pudo del cuerpo. Se reconoció.

Respiró profundo y una inmensa bocanada de aire lo colmó.

Percibió por unos instantes la plenitud de su mente y lo ínfimo de su cuerpo.

Miró al cielo y cerró los ojos. Aliviado como nunca dio un pequeño paso adelante y fue suficiente.

Sintió todo el calor del sol y la frescura del viento.

Sintió la fuerza del tiempo.

(Sintió todo junto. Al mismo tiempo)

El caos se instaló en el barrio. El ruido aturdió a los distraídos y provocó un silencio de tumba.

La ventana del 8º piso se sacudía con violencia.

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