El autor mastica su frustración ante la hoja en blanco, mientras los minutos caen lentamente sobre sus hombros. Su mente no carbura.

Ansía que las musas sacudan su creatividad mermada y aletargada principalmente por:

A) La rutina, esa previsible compañera de su día a día, alumbrada desde un trabajo cualquiera, anodino y repetitivo, que dentro de veinte años realizará una máquina;

B) Por su asombrosa capacidad para procrastinar sus aspiraciones existenciales, metido en la rueda de la inercia cotidiana, estable pero sin dirección, de alguien que vive en conflicto permanente consigo mismo:

Ante la mirada de los demás, la gente para él, siente que su identidad se define exclusivamente a través de su ocupación laboral, nivel de renta, el consumo que se puede permitir (no necesariamente se corresponde con el que exhibe) y sus relaciones sociales/sentimentales.

¡Es injusto!— Proclama en el silencio de su habitación apagada.

Dentro de sí se sabe capaz de algo más. Quiere cambiar la gris imagen de su personalidad pública y convertirse en creador. ALGUIEN capaz de conmover y emocionar las conciencias de sus coetáneos, de sorprender con ingenio encadenando palabras mediante ideas y transformar, quizás, pequeños esquemas mentales en algunos lectores para trascender, quizás, más allá de su realidad inmediata, tangible, como el cuarto donde aguarda la hoja en blanco.

Su mirada vuelve a la pantalla. El cursor virtual tiembla como su convicción de escribir algo significativo. Otra vez es invadido por esa exasperante sensación, que lo acompaña en la sombra desde hace tiempo, como un escalofrío latente.

Ser un Don Nadie. Una persona común, corriente … Un perfil más de consumidor pasivo al que captar. Ser parte de la masa.


El autor esconde su cara entre sus manos. Respira Quiere reivindicarse, coger impulso para romper al fin el muro vital que le impide avanzar y descubrir(se), a pesar del fantasma del fracaso, su ¿Auténtico? yo. Respira. Cierra los ojos. También los puños. Su mente sigue obturada, atascada en el abismo de la indecisión. Como un Tarzán Pérez perdido en la ciudad, rompe a gritar, a raudales, de rabia e impotencia:

—¡¡[ Espacio dejado a cada lector para imaginar y elegir ese sonido. Proferirlo si se estima conveniente.]!!–

¿Por dónde empezar, si el mero acto de escribir no ficción es una impostura?–Piensa el autor.– Cualquier presunción de verdad plasmada tras una observación, reflexión, análisis por parte de un sujeto participante de una situación contextual ocurrida, elimina por lógica cualquier atisbo de objetividad, pues la propia percepción de quien recibe para asimilar influye y modifica la experiencia del hecho acontecido. No hay lugar para la ciencia en los rituales sociales entre grupos de personas, sólo opiniones autorizadas con presunción de legitimidad. A la imposibilidad de abarcar la totalidad de un fenómeno que es cambiante durante su estudio se añade el sesgo inherente de cada uno, formado por las nociones culturales, sociales y de origen que forman parte de la personalidad única construida a través una trayectoria de vida de absoluta singularidad, por lo que el ejercicio de abstracción y distanciamiento para alcanzar el propósito honesto de mirar y no interpretar, bajo el paraguas de la neutralidad y del rigor, es una batalla en sí mismo.

No quiero dar sermones, tampoco consejos.— Proclama de repente. Las cejas del autor se aúpan en lo que parece una expresión de alivio. Descartado el ensayo, la ficción se antoja más asequible para uno con la inspiración encarcelada.

¡Un relato breve! Sintético, efímero pero elegante, con un mensaje transversal con posos, como… –se rasca la nuca al pensar– el deseo de unión entre las personas a pesar de la distancia o las dificultades…



No, es un tema demasiado manido. Para la música…. La literatura y el cine son los medios más completos para investigar las contradicciones y pulsiones que sacuden y se suceden entre los diferentes grupos de personas que componen la Sociedad. Cada época tiene las suyas.

¿Y la mía? Una era donde prácticas absurdas se hacen virales al tiempo que las realidades locales excluidas son tapadas por la cascada de pantallas globales en constante movimiento, dónde nos ahogamos a diario. No nos dejan ver. Tantos estímulos boicotean la lectura sosegada, meditada, atenta, que es necesaria para leer comprendiendo. Los textos audiovisuales se han apoderado del discurso dominante y el texto impreso, viejo y limitado, se ha ido transformando en un souvenir para románticos, aquellos que disfrutan con la cadencia suave de la hoja de papel que va descubriendo más. Si algunas librerías venden libros por la voluntad, las palabras allí depositadas carecen de valor.

–La escritura está condenada a re-inventarse o a languidecer en el olvido.– Sentencia convencido el autor. Debería salir de la rigidez institucional en la que se encuentra, romper las normas estilográficas e incorporar una ruptura radical con el modelo tradicional: Aceptar símbolos, dibujos, trazos, borrones, ¿Por qué no? Ganar naturalidad y frescura para recuperar su estatus arrebatado por las TICs.


El autor medita. Se sabe por la expresión boba de su rostro. Concebir La escritura como un acto de utilidad pública, de denuncia del abuso de poder, una herramienta para las oprimidas de este mundo, el altavoz de los silenciados para agitar la lucha. Ahí reside la verdadera nobleza del creador. Jamás para el propio lucro. No reconoce la profesión de escritor y mucho menos quien vive de sus publicaciones. El creador debe ser un vehículo por que el transiten las ideas.

Tantos pensamientos aturden su cabeza. Necesita el aire de la calle.

En su deambular nocturno, observa, al final de la vía, un gato jugando con lo que parece un libro. Se acerca.


Se sienta en el bordillo. Abre una página al azar. Y lee.


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Tres meses después, el paisaje nevado y monótono en la pantalla del autor se altera con letras agrupadas que irrumpen por la fuerza en el espacio:

Palabras fluyen

por canales hUMANOS,

orientando y

alumbrando a

los vivos de La Tierra,

para que vivan.


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