LA RATA Y EL AGRICULTOR

LA RATA Y EL AGRICULTOR

Jeaf Partur

16/02/2019

Aquel día había amanecido grisáceo, oscuro y con pequeños ventarrones de agua que caían directamente sobre la ropa. Era un nuevo día, dónde aquel ser humano tendría el valor de ir a inscribirse a la universidad, para formar una carrera como agricultor, pero el día estaba demasiado gris y solitario para su aventura.

Entre las dichosas líneas del tren, las ventanas vacías junto a los asientos, la lluvia hacía presencia. «Está lloviendo», comentaba uno que otro ser que estaba sentado en la soledad del transporte público.Fue allí luego de bajarse en la estación correspondiente, cuando se dio cuenta de que todos los papeles estaban listos para matricularse correctamente. Contento por sus ganas de matricularse y de sacar un título universitario que le daría experiencias nuevas en su vida, la lluvia azoto nuevamente contra su rostro. Olfateo el viento, sintió la lluvia en sus párpados, el frío recorrer sus venas, sentía que todo iba de manera sincronizada, de manera perfecta, que el universo estaba con él.

Luego de caminar cuadras y cuadras de la calle, entró al edificio que le daría su título universitario. Entró en la puerta equivocada, pues, un guardia le dijo que era el edificio de al frente. Con los nervios en su lengua, y los comezones en su espalda, salió para empaparse de nuevo. Por suerte, era solo cruzar la calle para llegar a su destino. Tras llegar al establecimiento correcto, preguntó sobre la matrícula al personal correspondiente, y le dieron una respuesta que ni él mismo imaginaba. «No hay más cupo, demasiado tarde». Entre el silencio de su mente, la negación de su realidad, solo se puso a pensar. ¿Seguiría dedicándose a lo que hacía? ¿Caminaría sin descanso descalzo para sentir el golpe del universo? Se paró de la silla, dio las gracias, bajó las escaleras, salió del edificio, miró la lluvia, cruzó la calle y se sentó a llamar por teléfono.

El ventarrón dio un descanso. Pero la lluvia salió más a flote y caía muy bruta sobre el pavimento, sobre el mar de la costa y sobre las aves que navegaban los hilos del viento. Su llamada por teléfono se cortaba por momentos y su celular se apagaba. Unas cuantas lágrimas querían salir por su rostro… ¿Era su culpa haber dejado la matrícula para tan tarde? ¿a última hora? ¿porque no lo hizo apenas pudo? No le quedo más que reflexionar sobre su auto conocimiento.

-¿Que propósito tendrá el universo para mi? -Se preguntaba el joven agricultor.

De pronto, entre llamadas cortadas de teléfono, una pequeña rata gris oscura con ojos circulares pequeños y largos bigotes, se acercó cerca de las piernas del agricultor. Lo miró, hizo un pequeño ruido y se comió algo que estaba tirado en el suelo. Se escabulló entre los árboles ornamentales, justo en el momento en que el tren volvía a pasar. El joven quedó pensando en el ratón.

-¿Será un dios que me viene a visitar para que no me preocupe de lo que viene? ¿Estará dándome un mensaje para seguir adelante con paz y calma?

Sus ojos se tragaron los charcos de lágrimas estancados. Su mente dejó de pensar tanto sobre el tema y se dedicó a caminar por la gran ciudad. Miró uno que otro ser humano cerca suyo, reflexionando sobre la vida de ellos. «¿Le habrá pasado lo mismo que a mi? ¿Llegaron en el momento tardío con sus decisiones?» Reflexionó otra vez sobre el mismo, sus tardías ganas de hacer las cosas.

Entre tanta caminata, se encontró con una gran feria colorida de verduras y frutas, dónde el olor a natural se sentía con cada olfato. Había una confusión entre los olores a orina de la ciudad y las frutas de cada local. Entre uno de los puestos que tenían plátanos, damascos y naranjas, una pequeña rata volvió a asomarse. El joven se asustó y se quedó mirándola fijamente. Un señor del local de las verduras le preguntó si estaba bien, pues, el joven no tenía expresión en su rostro. Inmediatamente, siguió su camino sin hacerle caso al vendedor.

«¿Porque veo a una rata en todos lados?» se preguntaba el joven agricultor, y con tal pensamiento, recordó. Hace días atrás en la muralla de su cuarto, tenía el dibujo de una rata que ofrendaba comida a un dios Hindú. Recordó que la rata era sagrada en la india y volvió a cuestionarse su existencia. Entre tanto pensar y caminata, llegó hasta el comienzo de su destino: el tren.

Un montón de gente bajaba del metro que recién había llegado. Y él todavía se cuestionaba si tomarlo y regresar a casa. Seguía pensando en el ratón, en la orina, en las coloridas verduras, en lo extraña que era la gente… Pensaba como era el ser humano en sí, y reflexionaba sobre lo estúpidos que podían llegar a ser. Parece que el ratón no solo le había compartido miradas, si no, también le compartió su mente filosófica. «Es impresionante» el joven solía decirse a él mismo. «El ratón me ha dado algo más que una simple visita; me ha dado el poder de la reflexión sobre mi propia población»

Tras llegar a casa en su largo viaje en tren, vio una sombra escabullirse entre los árboles a las afueras de la estación. Sorprendido por que aquí no llovía, y que solo las nubes estaban grisáceas, decidió bajar las escaleras para ver de que trataba la sombra. Salió por la compuerta indicada y subió las escaleras. Su mirada se colocó cristalina, nublosa y un poco gaseosa. Su nariz se llenaba de pequeños mocos endurecidos en sangre. Miró otra vez hacia las afueras del metro, específicamente a los árboles.

Una pequeña rata estaba bajo los arbustos mirando desde lejos al agricultor. El ratón comenzó a tomar forma corpulenta. El joven agricultor miró a la rata creciendo en los arbustos y un pequeño destello de luz atravesó su corazón.

-Despierta. -Mencionó la rata convertido en hombre. -Abandona lo mundano.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS