– ¿Qué piensas, papá? Te noto callado y sumido en tus pensamientos, mientras arrojas tu vista allende esa ventana… ¿qué es lo que te tiene abstraído?
-El hombre posmoderno es apenas un puñado de existencia diseminado en el desierto ahíto de una realidad desenfrenada y amorfa, que trascurre ante unos ojos obnubilados e inexpresivos. El yo se haya difuso y enajenado de sí, en un mundo difuso, fundamentado sobre los espejismos de una virtualidad enajenante. Yo transformado en un otro-que-yo; y abandonado de sí…
– ¿Qué dijiste? Suenan abstrusas esas tesis tuyas, papá… ¡A duras penas logro decodificarlas un poco! ¿Podrías hacerme el favor de explicitarlas a ver si puedo seguir el hilo de tus pensamientos?
Hijo… ¿te has detenido a mirar unos instantes el ensordecedor carrusel de la vida posmoderna? Los individuos de nuestra contemporaneidad viven absorbidos por aparatos tecnológicos que les roban la atención buena parte de las horas del día. Nuestros jóvenes actuales poco duermen, mantienen en vigilia una parte significativa de la noche, hasta bien trascurrida la madrugada. Al día siguiente a duras penas logran levantarse para adelantar sus actividades diarias. Se los ve cabizbajos y con ganas de dormir. Los artilugios tecnológicos han devenido en prótesis maximizadoras de los sentidos humanos, que han extendido el alcance de la conciencia, más allá de las primitivas limitaciones naturales…
– ¿Y eso te parece malo?
– ¡No, ciertamente no lo sería… ¡al menos no en principio! Pero cuando la máquina deviene en objeto de adicción, como se ve hoy en día, irrumpen las dudas y los consecuentes cuestionamientos. No sobre la máquina misma, sino sobre su mal uso y los efectos que ello genera sobre las conductas humanas. La máquina es un mecanismo externo al servicio del Homo Sapiens Sapiens, pero el hombre contemporáneo ha devenido en Homo ex Machina, ante el refinamiento inusitado de la máquina.… Esta hace cálculos ultrarrápidos para facilitarle la vida intelectual y material al hombre; corrige automáticamente textos, se anticipa a lo que se va a escribir, coadministra sus recursos financieros, envía saludos de cumpleaños a sus amigos y contactos…
-Ya sigo tu pensamiento y me permito discrepar, con tu debido respeto, en algunos aspectos. Pienso que haces una lectura externa de la fenomenología posmoderna y miras de soslayo los aspectos más profundos de nuestra realidad contemporánea. El hombre actual ha enajenado una parte importante y significativa de su yo ante los servomecanismos que buscan facilitarle la vida. Hasta el hecho mismo que aquellos llegan a tomar decisiones importantes que, en principio, solo debían pertenecer al fuero individual estricto. Debo introducir aquí una aclaración: la máquina por la maquina misma no decide; pero sí deciden sus programadores y en últimas, las multinacionales que se hayan tras de la parafernalia tecnológica. Decisiones que operan en el nivel macro, las cuales determinan el nivel micro.
-Importante aclaración, hijo… ¡Pero aún no noto tu discrepancia frente a mis tesis iniciales!
-Padre, la esencia medular de mi discrepancia tética contigo es esta: El Homo Sapiens Sapiens de la contemporaneidad no deriva su humanidad de los servomecanismos, como parece deducirse de la simple lectura de tu tesis inicial. La razón de ser de los artilugios tecnológicos es facilitar la vida del ser humano para liberarlo de tareas engorrosas y dejarle tiempo libre… ¿para qué? Para dedicarse a nuevas tareas, quizás de mayor complejidad, tales como la creación artística, la investigación científica, la recreación o el deporte, entre otras… Que el hombre contemporáneo dedique buena parte de su vida al quehacer tecnológico, no lo niega, in stricto sensu, como hombre; si bien cuestiona seriamente el fuero de su autonomía, toda vez que cede espacio vital a la invasión tecnológica en su propia vida, con su propia voluntad.Así las cosas, el hombre contemporáneo no sería un Homo ex Machina, sino un Homo (liberato) per Machina…
-Según tu perspectiva, entonces, el hombre contemporáneo no ha cedido un ápice su condición de hombre, cuando ha permitido que los artilugios tecnológicos copen una parte significativa de su existencia. Ello justificaría entonces que la autonomía haya cedido terreno ante una heteronomía que viene vestida con los cantos de sirena audiovisuales de la tecnología moderna, que capta las voluntades y las mantiene cautivas, como si de niños con golosinas se tratase, porque cautivan una parte de la voluntad, desde el emocionalismo.
-Lo expresas en un lenguaje pleno de sugestivas metáforas visuales. Sería bueno que expresaras tu pensamiento en un lenguaje más referencial o al menos, más neutral; que facilitara al escucha el proceso de comprensión-decodificación…
– ¡Lo importante no es la forma sino el fondo, hijo! Estás desviando el eje central de la conversación…
– La formulación verbal no es enajenable del pensamiento que mediante ella se expresa, papá. El lenguaje y el pensamiento son estrechamente correlativos… Son como dos caras de una misma moneda: la de la realidad representada mentalmente y la realidad significada mediante un signo lingüístico.
-Bueno… ¡te saliste con la tuya y tendré en cuenta tus sugerencias lingüísticas! Pero vuelvo al punto inicial: ¿Qué hace entonces al hombre posmoderno ser hombre, si en tu perspectiva la injerencia de lo tecnológico, en el ámbito de autonomía individual, no afecta su definición antropológica? ¿No afecta su ser de sí?
-Lo que hace al hombre posmoderno ser tal, es su capacidad volitiva de optar por lo que para él es mejor. No es más… Si voluntariamente limita –o permite que se limite-su propio rango de decisión, esa es su decisión. No es una realidad externa que se le impone de facto. Lo que se sugiere y termina aceptándose no es producto de la fuerza o de la coacción, sino de la persuasión que vence a la voluntad.
– ¡He ahí el asunto, hijo! Tú lo has dicho…
– ¡Una cosa es imponer un punto de vista y hacer que el sujeto devenga esclavo! Otra muy distinta es convencer y lograr que el sujeto acepte de buen grado unas ideas que se sugieren.
– ¡De acuerdo!
15/02/2019
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