#ActosAleatoriosDeEscritura
•07 de Febrero | 2:45 pm•
Aveiro, Portugal
Hay una señora en el balcón, un balconcito chiquitito chiquitito, donde solo caben ella y el bosque de plantas que ha creado con mucha paciencia y dedicación.
Tiene el cabello blanco, el delantal azul y la escoba roja. Barre entre sus macetas, parece que medita, tal vez esté demasiado distraída, la meditación la tiene absorta, incluso ausente, conduce la tierra que recoge hasta los barrotes del balcón y con un experto movimiento de muñeca lo manda en caída libre hasta el piso de abajo.
Lo repite tantas veces que ya no sé si es que no lo nota o que siempre lo ha hecho así, seguramente mañana algún otro vecino va a salir a su balcón y va a preguntarse que “de dónde salió tanta tierra si él no tiene plantas” y con su majestuosa escoba, su arma maestra, solucionará el problema en un instante, con un desplazamiento gracioso que convertirá el sucio en el problema del vecino de abajo y así la suciedad se convierte en una situación hereditaria.
Así hasta que una última generación, que ya tiene suficientes moléculas indeseadas y ningún lugar para transferirlas, debe decidir si dejar que el sucio se apodere de la planta o limpiar de una vez por todas la tierra que durante muchos pisos se ha ido acumulando.
La certeza es que siempre hay un último piso (o un primero, en este caso), la suciedad no puede traspasarse eternamente y siempre habrá algún dedicado que se aboque a la limpieza y a la recuperación de las áreas comunes, pero en definitiva es mejor que cada quien recoja su propio desperdicio y ayude con detallitos que mantengan íntegro el hogar.
Espero que la señora note en algún punto que el sucio de su balconcito chiquitito chiquitito también es parte del edificio.
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