Ahí afuera, hay una cantidad abismal de personas, una variedad de consciencias que se arrastran por este espacio tangible, pero, aquí dentro, solo hay espacio para una, una sola voluntad, una visión estacionaria de lo acontecido, y esa es la mía.
Afuera, todos caminan en distintas direcciones, pero bajo mí percepción, todos caminan en la misma dirección, hacia el olvido. Apenas consigo sentir empatía, puedo escuchar sus alaridos desesperados y ver sus lágrimas desvanecerse lentamente por sus mejillas y aun así solo puedo sentir mi dolor.
¿Podría ser todo parte de mi consciencia o ser yo parte de la suya?O quizás las dos podrían coexistir a la vez y si es así, entonces ¿Dónde estamos?
Puede ser aterradora a veces la idea de soledad, pero, ¿en donde radica la verdadera compañía si incluso estando sentado en la misma habitación con otra persona nunca podrás estar en su piel? es lo mismo que estar en una habitación vacía escuchándote solo a ti mismo, y suponiendo, que pudieses navegar entre todas las consciencias existentes, ¿eso no las haría, de igual manera, una sola? Por que no hay salida para este laberinto, todos estamos solos.
Muchos afirman que somos el resultado de nuestras interacciones, pero si estuviesen en lo cierto, entonces ¿quién es el origen de todo lo que somos? ¿Puede ser ese alguien nuestro verdadero yo? O ser todos nosotros, en realidad, uno solo.
No lo sé, tal vez he perdido la razón o por el contrario, he obtenido mucho de ella. Cuando decido caminar, hay momentos en los que mis piernas desfallecen al pensar que otros me están observado, sin embargo sigo avanzando, al igual que Sísifo cargando inútilmente con su castigo, pero, al igual que a él, la piedra siempre ha de caerse, y para poder hacerse a ella de nuevo es necesario regresar por el mismo sendero, la gran diferencia es que al hacerlo, no veo otro rostro más que el mío, todo se hace parte de mí, es el momento de despertar de la consciencia; cuando siento más de lo que pienso soy más fiel a mi castigo, el amor es eso, el origen de toda irracionalidad, el más dulce apego a lo material.
Día tras día observo mi reflejo y me cuestiono si realmente ese soy yo, y no precisamente por el afán de querer ser alguien más, sino por la contradicción que radica en la afirmación –razonar lo irracional- de la búsqueda de la consciencia en un montón de carne, un ejemplo sería, la muerte. Al morir sólo queda de nosotros nuestra carne en estado de descomposición pero ¿a donde se va todo lo que sentimos, creímos y pensamos? ¿A donde se va el patrón de “ser” que construimos a lo largo de nuestra existencia, todo eso que con tanto rigor nos cuesta mantener? Quizás nadie lo sepa mientras este con vida. Tal vez lo único que quede de nosotros al morir son solo los instantes que quedaron inmortalizados en la historia, pero ¿Quién sabrá que estuviste ahí si tu huella ha sido pisoteada por la de cientos otros más?
Todos somos frágiles y diminutos, también podemos ser resistentes y universales, ser todos y a la vez ninguno, depende de nuestra percepción, porque nosotros tenemos los ojos del mundo y el mundo no puede ser visto sin un representante.
Yo soy los ojos de este mundo, soy sangre con forma de rosas y espinas con forma de humano, o quizás no tengo idea de lo que puedo ser, solo sé que estoy en todas partes y en ningún lugar.
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