Si alguien alguna vez preguntara cuál sería la peor forma de morir, respondería que al dormir.
Y el por qué no tardaría en llegar…
Porque si tan solo pudiera, si tan solo hubiera sabido… yo me habría despedido.
Puede que para otros sea la mejor forma al evitar el sufrimiento, para mí no. Hay dolor, y peor que el físico es el emocional. Pensar que mientras vamos muriendo fallamos a muchas promesas; “hasta mañana”, “mañana lo haré”… Todo lo que prometemos, y finalmente no haremos.
¿De cuántos me despedí al ir a dormir?
¿De cuántos me olvidé?
¿Quién copió mis costumbres?
La impotencia llena, el subconsciente se aloca, la angustia tortura… saber que no habrá un mañana, el no poder despertar y ver a nuestros seres queridos recibiéndonos con un reconfortable “buenos días”. No hay más, aquel momento de descanso se torna infinito, uno se aleja sin siquiera poder replicarle a la vida que no es el momento, que nos esperan, que hay buenos y malos días que perdemos, sonrisas que ya no veremos, voces que no escucharemos…
Ese alguien que pregunte, entenderá, sabrá que no hay paz al morir de esta manera, y al finalizarse pediré que se despida por mí, porque ya no estoy, me fui, y no me alcance a despedir, porque no lo sabía. No sabía que me iría…
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