Los barcos no siempre saben a donde ir.

Los barcos no siempre saben a donde ir.

tere_br

19/02/2019

Y que el día ha comenzado, como el primero de muchos; de la temporada de lluvia, que muchos ven como bendiciones para las cosechas o como un factor que hará mas pesado el tráfico; sin embargo; para mi no es nada de eso, si no que se que ahora se forman ríos y charcos y pequeños oasis en los mares de asfalto. Aunque este domingo tiene sabor a que pronto será lunes y es como el sabor de la ultima cucharada de helado de chocolate antes de que se acabe. Pero ha comenzado a llover… Y nada me quita lo feliz que me ha puesto eso.

Sé en donde están las hojas de papel y la cinta y el color; no necesito nada más para armarme un barco de papel, salir a jugar y terminar pasando esta tarde de domingo como el ultimo sorbo de café antes de trabajar, antes de que llegue el lunes y comience a castigarnos con la esclavitud por la que es bien conocido; para los adultos: el trabajo, para nosotros, los niños: la escuela.

En fin, después de recordar los principios de ingeniería básica en cuestiones náuticas aplicadas a los barcos de papel; yo solo y sin ayuda de nadie, ni para bajar las tijeras de la segunda repisa; tengo en mis manos no un Titanic ni un Lusitania, si no el mero mero barco, que yo creo que incluso Noé tendría envidia de la nave que en pocos minutos y muchas ganas, me acabo de hacer. No hay otro lugar para salir a zarpar en este glorioso barco si no, salir por la puerta principal, como el primer viaje de muchos con ánimo de triunfo en la conquista y esperanza de llegada al puerto. Así he salido yo a los mares que se han creado desde hace horas en las calles de la ciudad.

Cual es mi sorpresa al encontrar delante de mi casa el mismísimo Canal de Panamá, esperando a que mi barco sea colocado en sus esclusas, esperando para llevarme al mar. Y que lo he puesto ahí mismo, y sin esperar la corriente se ha llevado mi barco, tan pronto como lo puse, decidió zarpar. Como los pensamientos fugaces que nos vienen en clase de inglés, que nos hacen perder el hilo del tema. Igualmente rápido mi barco decidió que tenia que irse y sin poderlo parar, a mas de 60 nudos comenzó a navegar.

A correr tras mi barco comencé, cuando me di cuenta de que era pequeño y sin capitán, un restaurante sin chef o una escuela sin director. El agua corre más rápido de lo que pueden correr mis pies; pronto perdí a mi barco de vista y sin querer dejar ir a mi obra maestra, decidí que no era momento para dejarlo ir; si no que debía ir tras él.

Pero caminar en las calles a nadie le resulta tan divertido; menos cuando no tenemos el barco en el que tanto esfuerzo pusimos, con la cara en alto tenia que continuar buscando el condenado barco que prefirió el riachuelo sin querer aprender antes a nadar. Repasé en mi cabeza, que tuviera todo lo que un buen barco debe tener: flotabilidad, resistencia, movilidad, solidez. ¡Un barco capaz! Esa maravilla, la he construido yo.

Mientras caminaba por las calles, buscando el barco como buen capitán, me di cuenta de que no era el único que buscaba; el vecino de la casa roja estaba buscando al perro y José, el hermano de Andrés que va a clases conmigo, corría por la calle esperando encontrar el balón para jugar. Y no solo ellos, algunos cuantos buscando las llaves del auto, o el suéter que se quedó dentro de este, la mochila olvidada en el camión o el hijo que salió a jugar sin avisar antes.

Sentí que mi galera ya había recorrido la mitad de la ciudad, pero estando tan inmerso en la búsqueda, casi se me olvida irla a buscar. Paré en el semáforo antes de cruzar, lo sé y me dicen que debo mirar a los dos lados antes de cruzar; así fue… Pero antes de caminar hacia el otro lado de la acera, mi mirada se ha cruzado con la de una mujer parada en contra mío; sin estar apurada, con la cabeza en orden, pero sin poderlo evitar, es que ella también en su mirada confirmaba las sospechas que en las últimas cinco cuadras se habían formado en la proa de mi cabeza; la búsqueda… Ella también buscaba algo, incluso si no era un perro, las llaves, la cartera. Y sigo sin saber que quería, porque he cruzado ya la calle, pero tal vez era un descanso, un oasis o un desierto; una respuesta o una pregunta a la cual buscarle par. No lo sé.

En mi caminar crucé tantas miradas; en la tienda de la esquina, en el coche que pasó a mi lado o en la señora que pasea en el parque con sus hijos, en ellas encontré un dejé de preguntas pero un mucho de búsqueda; como en el internet al que le preguntamos todo, excepto que en esas miradas encontré que se le preguntaba a la vida. Incluso la luna, el dia de hoy tan cerca del Sol; le pregunta porque buscamos tanto y también ella se contagia de esta enfermedad que tiene de primer síntoma buscar, sin cura, y que a mi corta edad me parece terminal.

He parado en corto, frente a él, diviso mi barco como un marinero ve la tierra; me doy cuenta de que llevo todo un día haciendo lo mismo; buscando un barco como fiel capitán; es que sin sentirlo ¡ya me he enfermado! He comenzado a buscar.

Me da miedo estar enfermo, miro a mi alrededor; lo sé. Lo más importante está pendiente. ¡Una cura tiene que haber! Quizá muera yo buscando, pero si no busco, moriré. Como mi barco de papel; yo también; con compás, timón y guía; navegando, encontraré.

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