Mientras caminaba por la calle, me encontré con un grupo de personas que hacían corrillo a un hombre y a una mujer, quienes al parecer estaban practicando magia.Miré por entre los cuerpos de la gente aglomerada y de repente recordé al mago de mi infancia.Todos los domingos instalaba su carpa en el parque del pueblo y los niños, por sobre cualquier consideración, pasara lo que pasara, siempre estábamos allí.

Era muy ceremonioso, como si estuviera en un gran teatro, parecía sentirse en el más grande del mundo.Saludaba con tono de gran señor a todos los presentes y a los niños nos trataba como a los caballeros de su gran mesa, así solía decirnos.

Llevaba barba larga y blanca, vestía una túnica roja que arrastraba el piso, en una mano portaba una espada color oro y en la otra un mapamundi.En una esquina de su escenario, siempre había un libro abierto, grande y viejo, que parecía tener escritas las fórmulas mágicas para su creación.

Muy buenos días, damas, caballeros, niñas y niños, -era el saludo con el que se presentaba, haciendo una venia con su sombrero de copa alta.Tras de él, un gran telón ocultaba todo el misterio que traía para nosotros.

Un domingo de tantos en los que se presentó, nos dijo que antes de iniciar nos hablaría de la alquimia.Nos dijo que era una antigua práctica científica, que en algunos producía desprecio, en otra atracción y en la mayoría de los hombres curiosidad.La función del alquimista es convertir un elemento en otro –continúo diciendo.En todo caso, la alquimia puede transformar todo lo que hay en la tierra, incluso al hombre que camina sobre ella.Mi hermanito me miró aterrado y como si un presentimiento del futuro lo asaltara, me dijo:Algún día haré alquimia con la tierra.No entendí y continué absorta escuchando al mago.

Sacó detrás del telón, una pequeña mesa redonda y varias jarras, cada una contenía un líquido diferente.Nos mostró a todos los presentes un balde verde, completamente vacío y lo colocó en el piso.

Primero vació en el balde un poco de un líquido rojo, luego le agregó otro amarillo y así continuó mezclando toda clase de sustancias, hasta que le echó un sapo vivo que sacó de uno de sus bolsillos.El balde por fin quedó rebosante.

El suspenso se apoderó de todos los presentes, hasta que el mago dijo, -de todo eso que mezclé, van a ver lo que soy capaz de crear y empezó a amasar con suaves movimientos lo que allí tenía, lentamente su mano daba vueltas dentro del balde, hasta que el líquido viscoso que se había formado por la mezcla de los elementos, empezó a tener consistencia semisólida y luego totalmente sólida.

Sacó la mano, la limpió y tapó el balde con un trapo rojo. Se arrodilló como si estuviera venerando a un Dios, cerró los ojos y empezó a pronunciar en voz baja una extraña oración, nadie entendía lo que decía.

Se levantó, pidió un aplauso y destapó el balde.De un salto salió de allí un gran conejo blanco, algo salpicado por restos de la mezcla y se metió entre los presentes, dando saltos, no sé si de sorpresa por haber nacido de esa forma o de alegría porque todos seguíamos aplaudiendo sin parar.

Después de otras tantas demostraciones, la función terminó, nuestros padres echaron monedas al sombrero, que hacía de vasija para recibir las donaciones que los asistentes quisieran dar.

Decían en el pueblo que ese mago fue concebido contra la voluntad de su madre, ella nunca quiso que naciera, y desde que llegó al mundo lo llamó engendro del demonio, talvez por eso se hizo hechicero.Los que le conocieron desde niño, cuentan que nació con cara de viejo, que los habitantes de la vereda donde vivía le tenían miedo, pero los niños del pueblo siempre lo vimos como un amigo, no podía ser malo un hombre que era capaz de hacer brotar fuego de la nada y crear animales de mezclas misteriosas.Su madre siempre le decía que era hijo de los brujos y él siempre se lo creyó.

Con el tiempo fuimos a vivir a la ciudad y ya no volvimos a ver al mago, pero siempre lo recordábamos, especialmente mi hermano, a cada rato hablaba del día en que creo al conejo y en el que también nos dijo el significado de la palabra alquimia.Aquel significado nunca se apartó de su mente, hasta que un día cualquiera, uno de esos en que las angustias de la adolescencia más le aporreaban, me dijo: -hoy voy a hacer la alquimia que algún día te dije, ya verás cuando vengas del colegio. Me reí y salí corriendo porque el bus ya estaba a punto de recogerme.

Pasé la tarde entre clases, recreos y charlas con mis compañeras, hasta que por fin llegó la hora de irme a la casa.Cuando estábamos llegando, un policía nos levantó la mano con ademán de pare y se arrimó al conductor diciéndole: -No puede seguir, tenemos un accidente en la mitad de la cuadra y todo está acordonado.Un joven se lanzó desde un quinto piso, -dijo y siguió con su labor de detener y hacer devolver los carros que iban por esa calle.Yo me bajo entonces aquí -dije y tomando mi maleta salí corriendo.

Qué raro, toda la gente está mirando a nuestro edificio.Sin entender lo que pasaba, pero asustada, logre meterme entre los curiosos y llegar hasta la puerta.

Ahí estaba él, cubierto con una sábana verde, con una sonrisa en la cara, como diciéndome, ya vez, hoy logré la alquimia que soñaba.

Mientras subían su cuerpo al carro para llevarlo a la morgue, entre lágrimas, maldije al mago de nuestra infancia, él nos enseño que la muerte también es una magia, y por eso mi hermano jugó a la alquimia de su cuerpo con la tierra.El brujo siempre vivió en nuestras mentes.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS