Un cristal más fuerte que un pilar de acero a veces puede ser, de esa forma, es de allí de donde yace el hogar. Pero un día, una historia rozó mis oídos, pues entonces rompí al indeble vidrio bajo mío. Mi error, mis consecuencias; esperé en esa infinita decadencia escasa de luz por no sé cuanto tiempo. Al principio, la adrenalina era pura, con un largo intervalo, desvaneciendo. Mis ojos colmados de aburrimiento e incertidumbre, además de estar carentes de fogosidad, hallaron un pacífico vuelo de mariposas multicolor en manada: mi mente confusa intentó razonar la situación. Tomé apenas una con mis opacas palmas y sus alas fluctuaron entre blanco y negro color… la realidad arribó nuevamente. Pedazos chicos se aproximaban a mi vista, de un material desconocido, con un fulgor diferente, con una transparencia innata. Eran ellas, de eso se trataba, que entremedio de la noche ocultaban su arduo trabajo. Mis pies descalzos sintieron por fin aquellos raspajes de trozos sobresalientes en las plantas, esparciendo líquido rojizo a través de la penumbra. Las sensaciones transformaron a asombrosas, me localizaba en casa…

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