¡Anoche tuve un sueño increíble! Soñaba que volaba, soñaba que era libre, soñaba que rompía con todas las limitaciones del hombre porque en ese momento yo era el dueño del cielo. Era feliz porque sentí lo que era huir de los problemas, huía de mi madre como lo hizo mi padre un día. En conclusión, yo ya no era un hombre, era uno con el viento.
Mi sueño se desarrollaba en mi fría y gris habitación, cuya única fuente de luz emanaba de una inmensa ventana que ilustraba ante mí una panorámica excepcional de Bogotá. Estaba Felipe, mi mejor amigo, y como si fuera un jueves por la tarde en el mundo real, estábamos turbados ante los efectos del LSD.
Conversábamos acerca de todo: de sexo, de futbol, sobre la universidad, de música, de nuevas drogas, incluso, sobre la llegada del hombre a la luna; sin embargo, al llegar a este punto Felipe me preguntó:
- – ¿Qué nos diferencia de Dios?
- – Supongo que él, si existe, sabrá cosas que el hombre no.
- – Pero eso se puede solucionar amigo mío, la ciencia ya conquistó la luna, aunque tan solo unos años atrás tal travesía parecía solo el argumento de una novela de ficción. La ciencia puede conquistar cualquier cosa, así se tarde en hacerlo. Lo que quiero saber en realidad es: ¿qué le falta al hombre para superarse así mismo? ¿Qué le falta al hombre para ser un súper hombre? ¿Cuál es el siguiente nivel de nuestra evolución?
- – Bueno, creo que entonces sería algo tan elemental y simple como volar, pero no en un avión o algo similar. Creo que el sueño frustrado del hombre es volar por sí mismo como un ave, si cumpliera tal anhelo, esto traería consigo un nuevo escalón evolutivo.
- – ¡Me encanta tu respuesta! –Felipe se situó frente a la ventana y me llamó a su lado– ¿por qué no lo intentamos?, la vida es un sueño al fin y al cabo, por un momento seríamos libres, seríamos superiores a los demás.
- – No lo sé –sentí un escalofrío y me alejé de él– no es buena idea.
Sin darme tiempo para reaccionar se abalanzó sobre mí y me besó, me aprisionó en sus brazos y con su fuerza nos impulsó hacia la ventana, ésta se rompió y sin dejar de besarme caímos al vacío. A pesar de mi confusión, la sorpresa y todos esos sentimientos encontrados, efectivamente, en ese momento fuimos superiores al ser humano común, porque Felipe tuvo el valor de liberarse y mostrarse ante mí tal cual era, y yo supe lo que era volar por mí mismo.
Aun así, este sueño fascinante e increíble se convirtió en una pesadilla cuando el suelo que parecía lejano en un principio, cada vez adquiría mayor presencia ante nuestras vistas. De esta forma, el miedo que sentía cortó el efecto del LSD dándome la capacidad de comprender que mi mejor amigo estaba enamorado de mí, que ese beso me gustó y que esa sensación de superioridad ante los demás no era más que un deseo suicida. ¡Qué horrible pesadilla!Mientras gritábamos y caíamos, Felipe simplemente me estrechó aún más entre sus brazos como una despedida, como una resignación ante el cruel aterrizaje. Todo terminó cuando fuimos uno con el suelo.
Por suerte, ahora he despertado. Pero a diferencia de otros días, no puedo moverme, no puedo hablar, no puedo ir al baño, a duras penas únicamente puedo respirar. En este momento solo quiero ver a mi madre entrar en mi habitación con el desayuno diciendo lo mucho que me ama, para así abrazarla fuertemente correspondiéndole su amor… pero es imposible, puesto que ni siquiera puedo abrir los ojos. Parece que mi voz interior es la única despierta mientras el resto de mi cuerpo duerme.
Sin embargo a pesar de todo esto, aun puedo escuchar y puedo sentir. En este momento, por ejemplo, escucho un sonido agudo, incesante y con un ritmo constante, en otras palabras, un pitido desesperante. Además, siento una caricia en mi cabello, una caricia como las dadas por mi madre, ella me dice entre llanto que todo estará bien. ¿Qué sucede? ¿A qué se refiere?, yo estoy bien, solo tuve una cruel pesadilla, un hecho temporal que a todos nos sucede; quizás he estado moviéndome y hablando mientras dormía, como suelo hacerlo, preocupando de esta forma a una de las pocas personas que me quiere: mi madre. ¡No llores mamá!, no lo hagas, me rompe el corazón tu llanto, pues me recuerda esa noche oscura cuando marchó papá. Por favor mamá ríe, pronto despertaré totalmente y te lo contaré todo.
En adición a esto, escucho unos pasos aproximándose, se trata de un hombre desconocido para mí pues su voz es gruesa y elegante, además de parecer una persona culta e instruida. Así pues, él le dice a mi madre que estoy en un estado grave, que pocas personas sobreviven ante estas cosas… ¡¿Qué?! ¡Estoy aquí!, estoy bien, ¿qué les sucede?, por una pesadilla nadie muere, bueno, eso creo. Mi mamá llora aún más, por lo visto, ese señor solo es un patético pesimista que no hace más que herir a las personas de su entorno, herir a mi madre. Si tan solo pudiera levantarme, si tan solo pudiera hablar, le diría a aquel personaje que estoy bien, que deje de ser un sabelotodo que solo reparte desesperanza a las personas de su entorno; pues el mero hecho de que hablara o me moviera sería una prueba de que realmente no estoy muerto.
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