– Uber Black –

– Uber Black –

Mariano E.

31/01/2019

El diablo se subió al Uber impregnando el ambiente con un aroma a Bleu de Chanel. El conductor le sonrió desde el retrovisor.

–Buenas noches, señor.

–Hola, Juvenal… ¿Cómo va todo?

–Pues, no tan bien como quisiera, pero ahí vamos.

–Deja de quejarte tanto. Ya te he dicho que hay muchos que, en verdad, si que están mal… no como tú.

–Ya lo sé, pero…

–Pero ¿Qué?

–No, nada, señor… No me haga caso que yo me entiendo.

–Yo también te entiendo, no creas… Pero también entiendo que no has querido hacer nada que te ayude para que todo te vaya mejor; ya sabes a qué me refiero. Y no me queda bien que te lo ande repitiendo.

–Yo sé, señor. Y de veras que le agradezco mucho el ofrecimiento. Pero prefiero ver qué más me depara el destino, por ahora.

–¿Sigues con esa tonta idea? ¿Que Dios puede cambiar algo de lo que ya está escrito? No, mi querido amigo. El libro de la vida, fue creado por Dios, sí… Pero la pluma con la que se redactó, fue destruida y lanzada al infierno.

Juvenal guardó silencio. El diablo se recostó mirando hacia arriba.

–No fue sencillo reconstruir ese maldito trasto; nada fácil… Pero eso no fue un lío para Dios. Él siempre supo cuál iba a ser el destino de su pluma… Por eso, el poder para reescribir los designios de cada hombre o mujer, en el presente, el pasado o en el futuro, es mío… Y lo mejor, a «vuestro» libre albedrío.

–Humm… Sí, pero a qué precio, señor.

–A ver, Juvenal ¡Que tampoco es mucho! Lo que pasa es que a ustedes, simples estuches de carne, se les ha metido en la cabeza que… ¡Espera! Párate ahí en esa esquina.

–Si señor.

–Te voy a mostrar de qué se trata todo esto. Según mis notas… una encantadora rubia de farmacia, debe aparecer por… allá… sí: justo saliendo de esa tienda… y 10 metros más adelante… por ahí… va a tener un pequeño despiste y… ¡Plaf! Como mermelada en el pan del desayuno… ¿Estamos?

–Si señor.

–Vale, démosle tiempo para que haga sus compras… Si quieres, apaga el motor. Yo, mientras tanto, voy a contestarle un par de cositas a tu queridísimo señor de los cielos que no le gusta que lo dejen en visto por mucho tiempo.

Juvenal puso a sonar una pieza de música clásica. El diablo le hizo un guiño de aprobación, mientras movía sus pulgares sobre la pantalla de su iPhone.

Una mujer salió de la tienda con un par de bolsas.

Caminaba por la acera revisando su móvil cuando, de improviso, giró hacia la calle cruzando entre dos camionetas.

Juvenal palideció al escuchar el chirriar de los neumáticos. Las llantas del camión de la basura pasaron por encima de la mujer, esparciéndola contra el pavimento.

El diablo terminó de textear, guardó su móvil, y se inclinó hacia delante.

–¿Viste?… Tal como te lo había dicho: como gato en autopista.

–¡Dios mío!

–¡Que gracioso eres!… Lo invocas a sabiendas de que, él, no podía hacer nada.

–Es que… ¡Ahh!… La verdad, no me cabe en la cabeza que no se pudiera hacer nada… ¿Acaso era ella una mala persona?

–Al contrario; siempre fue una excelente hija, madre, amiga… buena en todo.

–Entonces, ya no sé qué pensar, yo…

–Tan solo, dilo.

–Pues que… a veces siento que estamos navegando sobre una barca, sin vela, ni timonel.

El alma salió de entre los pedazos de piel y carne destrozados.

Juvenal la observó, pasando saliva.

–Por otro lado, tampoco estoy de acuerdo con salir corriendo en busca de un pacto que me asegure que, nada de esto, me vaya a pasar; a cambio de… bueno, usted ya sabe.

–Dime algo, Juvenal: con toda sinceridad… ¿De qué te sirve tener un alma, si no sabes qué coño hacer con ella o cuál es su valor? ¿Acaso crees que vengo a robarle almas a Dios?… ¡Por favor!… Yo solo vengo por lo que nunca estuvo entre sus cuentas.

–Pero ¿Cómo puede usted decir eso? ¿Cómo pue…?

–Relax… Esto no se trata de almas buenas o malas; ni de pecar, pedir perdón, rezar un par de rosarios y ya: ¿Rumbo al cielo?… ¡Naaa!… Esto no es más que un puto y simple comercio de energía. Cada alma contiene un nivel, ya sea de luz o de oscuridad, calculado en términos de poder energético. En ese orden de ideas, existen unas con más poder que otras.

–¿Como la del hijo de Dios?

–O como la de Gandhi, o la de Hitler, o la de Zapatero… blancas, negras, grises ¡Qué importa! Mientras más energía, mayor es el poder. En cambio, la de esta pobre tonta… nunca tuvo lo suficiente como para que, en el libro del destino, se hubiera escrito cosa distinta a lo que le acaba de pasar.

El alma de la mujer caminaba errática junto al Uber… El diablo bajó la ventanilla.

–¡Oye!… Si, tú… Martha, ¿verdad? –con voz de seda–. Ven, no tengas miedo. Es normal que te sientas desorientada.

Juvenal se bajó para abrirle la puerta.

El diablo se corrió un poco para hacerle espacio, esbozando la mejor de sus sonrisas.

–Ven, sube… demos una vuelta mientras vas asimilando esto.

Ella dudó por un instante, pero al fin accedió… El diablo, tomó su mano con delicadeza y miró a Juvenal por el espejo.

–Siempre estuvo predestinada para mí, mi buen Juvenal.

–»Escrito, estaba«… supongo.

El diablo se rió ante el sarcasmo.

–¡Venga, cabezón!… ¡Vamos a la siguiente parada!

–¿Calle Cervantes Nº21, señor?

–¿De nuevo?… ¡Naaa!… Que Dios mismo se haga cargo del siguiente grupo de idiotas esquizofrénicos que se vayan a inmolar. Esta vez, iremos hacia una calle y un tiempo muy distintos. Vamos en busca de la detective Michelle, toda una cabrona, pero me puede ayudar a encontrar un alma muy poderosa: la de una jovencita llamada Isabel… Aunque, esas son un par de historias muy distintas.

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