LA LECTURA: UNA SALIDA DE MI CAVERNA PLATÓNICA

LA LECTURA: UNA SALIDA DE MI CAVERNA PLATÓNICA

Helinge

18/01/2019

Cuando tenía 12 años leí Robinson Crusoe, una de las obras más famosas del célebre escritor inglés Daniel Defoe, publicada en siglo XVIII. La misma cuenta la historia de un náufrago que pasa 28 años en una isla, logrando sobrevivir por sus propios medios e ir adaptándose a una nueva forma de vida buscando día a día la manera de satisfacer sus necesidades tal cual como si tuviera de protocolo la teoría motivacional de Maslow. Esta lectura despertó mis instintos de aventurero, hasta ese momento aletargados, movió mi pasión hacia la lectura y llevó a la ebullición esa característica innata que todos poseemos que se llama curiosidad; estimulando en mi el deseo por conocer más del mundo, a través de los grandes escritos inspirados en las realidades humanas.

De esta manera transcurrió mi adolescencia, leyendo obra tras obra, que me fueron iluminando poco a poco haciéndome entender muchas cosas del mundo real y ficticio; comparar estos dos mundos para formar mi propia realidad con luces de oro y sombras de papel, formando mi conocimiento constructivamente, lo cual ha representado mi pasaporte hacia la independencia crítica, intelectual y humana.

Cada vez que leía una obra literaria adquiría más conocimiento significativo y mi realidad se distorsionaba, esa realidad donde mis creencias, sueños e ilusiones eran los protagonistas y que desde pequeño era lo único que había visto que fuese real.

A pesar de la gran biblioteca con libros de aventuras, filosofía y relatos de todo tipo que teníamos en casa, solo era yo quien se atrevía a indagar aquellos textos que me libraban cada día de las cadenas que me ataban a la ignorancia y que poco a poco me iluminaban, pero no como una hoguera sino como una luz blanca que crecía cada vez más y que me permitía ver más allá de mis narices y que en algunos casos me hacía ver incluso rebelde ante los demás, algunos de los que me rodeaban me miraban con cierta incredulidad cuando les hablaba de las cosas que aprendían en las lecturas. Sin embargo, a ellos yo los miraba como que estaban sumergidos en una oscuridad llena de sombras de las cuales se rehusaban a salir y donde parecía se encontraban conformes de estar.

La lectura ha sido mi pasión, mi gran escape a lo desconocido, a ese mundo inexplorado que cada vez ilumina más mis espacios y me abre nuevos horizontes cambiando mis perspectivas de la vida, librándome de muchos miedos y enterrando falsos conceptos y creencias arraigadas.

Salir poco a poco de esa oscuridad hacia la luz me hizo entender que no todo lo que sabía o creía saber era del todo cierto y he tratado de ser luz para otros para sacarlos de esa comodidad mortal en la que viven e influir en ellos con la idea de que a través de la lectura y el estudio se puede tener una visión distinta del mundo.

La sombra en la que vivo cada vez se proyecta menos, la luz cada vez es más artificial y el aire que respiro acaricia mi cara. Por nuestra condición humana quizá se nos hace difícil prescindir de ese mundo de penumbras, pero a través de la lectura podemos hacer que esas sombras sean cada vez más tenues gracias a la luz que nos da el saber. Tal vez el mundo perfecto sea una utopía para la raza humana, pero eso no quiere decir que renunciar a la curiosidad del conocimiento sea mejor que quedarnos estancados en lo que ya sabemos o pensamos.

A medidas que ampliamos nuestros conocimientos las dudas, las falsas teorías, los saberes vulgares se disiparán quitándonos las vendas de los ojos, dándonos la claridad de un mundo nuevo y real; solo así podemos salir de nuestras cavernas de la ignorancia y el conformismo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS