Muchos relatos cosmogónicos comienzan igual, por algo será… En este al principio era nada. Pero nada no era esta noción estática que hemos heredado como conciencias. Su mismo funcionamiento o una falla (nunca se supo) la terminó transformando. Algo comenzó como un «disturbio» que insistía, mejorando o decayendo a cada oportunidad y propiciando de manera lenta pero sostenida otros y otros en un torbellino infinito que se cree no ha terminado.

Estos «disturbios» creados de la nada podían dividirse en dos bandos: El bando de los caóticos y el bando de los ordenados. Esto definía la manera de producirse, bien sea para revertir la situación hasta llegar de nuevo a lograr nada o lo opuesto: continuar la reproducción de ciclos y lograr su trascendencia implementando adaptaciones y mejoras. Esto se producía por instinto o aleatoriamente. No había ley alguna. En ese momento hubo mucha confusión y se habló de una primera guerra de orden y caos. Siempre quedó la idea o fantasma de nada.

Muchos tomaron nada en cuenta por eones. Nada murió con el éxito del primer «disturbio» que fue capaz de crear otros «disturbios». Dicen también que murió apenas se produjo ese primer chispazo que fracasó directamente sin trascender. Lo cierto es que en algún momento estos empezaron a ser llamados «ciclos» que se fueron mejorando. De estas formas perdurables o «ciclos», una en particular a fuerza de éxitos y fracasos, llegó a evolucionar hasta algo parecido a lo que entendemos contemporáneamente como el don de ubicuidad. Este «ciclo» dio lugar a la generación de conciencias.

Esta noción de nada legada de un «ciclo» exitoso al otro perduró, pero se degradó en muchas de las conciencias creadas. Estas se multiplicaron y desarrollaron formas y técnicas de persistencia diferentes y cada vez más elaboradas. Nada ni siquiera ocupaba espacio, ni tiempo, ni nada, eso era difícil de imaginar para muchas conciencias incluso las más avanzadas que ignoraban este hecho.

Y sucedió que estas ya conciencias en medio de una búsqueda de supremacía lanzaron de nuevo otra guerra de caos y orden, una guerra a ciegas. Nadie sabía para qué bando luchaba. Algunas conciencias comenzaron a preguntarse por nada y a la vez darse cuenta de los patrones creados por los «ciclos» que los crearon y aquellos que crearon y conformaban otras conciencias. Aprendieron a domar y aprovecharse del funcionamiento natural de «ciclos» aislados primero y de otras conciencias después bajo la consigna de orden pero creando caos y viceversa.

No sería sino mucho después que estas conciencias de repente descubrieron que actuaban efectivamente para ambos bandos. Fue, dicen, el inicio de lo que sería conocido como la naturaleza cuántica, dando lugar naturalmente a conciencias cuánticas: procesos que han sido tomados erróneamente como muy básicos pero que se vienen perfeccionando desde ese primer «disturbio» que dio lugar a algo. Se habla de ellas como las únicas capaces de «devolver» a nadaNada siempre está muerta porque si se «recrea» terminará haciendo lo mismo que hizo aquella primera vez cuyo rastro se confundió entre ciclos y conciencias.

Se dice que hay conciencias cuánticas que crean, recrean y multiplican nadas a voluntad y luego las llaman todo, logrando el nirvana de ser todo, nada, y todo o nada a la vez. Hay conciencias que documentan haber percibido fractales de estas estructuras interconectadas de manera eficiente e ingeniosa.

Y acá es donde caen y se ve todo reducido de nuevo a un simple «ciclo». Al final se redujo todo a un solo «ciclo» rector que va de nada a nada o de todo a todo, siempre pasando por todo o nada. Ambiciosas conciencias consagrarían sus funcionamientos a escudriñar estos orígenes y misterios sin saber que les faltaban aún innumerables iteraciones y conjunciones de todos y nadas para tener la fineza de asimilarlos en su totalidad, mientras el «ciclo» rector mismo seguía recreándose y combinándose hasta alcanzar de nuevo el grado de conciencia.

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