«Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro». -José Martí
Desde que publiqué mi libro, mucha gente que no sabe quien fue el autor de la frase, ni las raíces de la misma en la cultura islámica me ha dicho que empecé por la parte más difícil; escribir el libro. Dando a entender, desde luego, que plantar el árbol o tener un hijo son tareas más simples. No es así, pues para plantar el árbol uno debe poseer el terreno donde el mismo va a ser plantado y eso ya es tarea de herencias, o, en todo caso, de mucho dinero. No así tener un hijo, lo cual implica no solo poseer el terreno, o al menos una vivienda propia donde habitar, sino la compañía correcta para engendrarlo o los recursos para adoptarlo. En cambio, para escribir el libro, uno solo se necesita a sí mismo, papel, tinta, ordenador o al menos, mente y desde luego, inspiración y referentes. El libro pasa a ser alimentado, criado y amado por su padre; el autor. El libro es plantado y comienza a crecer a medida que uno lo riega y termina oxigenando y dando sombra. El libro está compuesto de árboles, y es dejado como herencia no solo a nuestros hijos, sino a los de los demás. Escribir un libro es la parte más fácil. Escribir el libro es también plantar un árbol y tener un hijo.
También pienso en el ejemplo de Dios, al menos el judeocristiano, pues él ciertamente, ha plantado dos árboles, tiene a su Hijo y ha escrito un libro compuesto de 66 libros, que a su vez se relaciona con su Hijo y a lo largo de la historia se ha compuesto de árboles.
Ha venido un hombre a repetirme la trillada frase «Has comenzado por la parte mas difícil, ¿Por qué no has plantado el árbol primero?» como si eso fuera algo para festejar, como si tomar lo que parece ser la salida fácil fuera algo agradable o algo digno de celebración. Miré mal a aquel hombre y le dije «¿Cómo pues voy a tomar lo que para ti es la salida fácil? ¿Acaso crees que el total de los seres humanos son hombres con moral burguesa como la tuya? Considerar la salida mas fácil como la más digna de hacerse y no la más despreciable, al menos al comienzo, no es algo que vaya a festejar.»
Quizá fui algo duro, pero fui conocido entre aquellos burgueses. Aunque ciertamente no me veían como a Odiseo, sino más bien como una suerte de Nietzsche o Borges mediocre exaltando mis propias virtudes, pero, como nos dice Erasmo en su Elogio de la Locura, esto no es nada despreciable.
Luego de tanto contestar y explicar porqué el libro es lo mismo que tener un hijo o plantar un árbol, toda mi ciudad ha comenzado a escribir. Quizá toda mi ciudad sea solo yo, quizá yo mismo era aquél hombre intentando convencerme de que plantar el árbol era lo más gratificante para comenzar. Quizá no.
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