Escalofriante sensación de un viaje profundo.

Escalofriante sensación de un viaje profundo.

vanesa zamora

10/09/2017

¡Aterrada! ¡Que estoy aterrada! ¡Imponente, grité mirando al cielo! La piel en un brazo desgarrada, la sangre que goteaba constante sobre la arena y el mar se la llevaba una y otra vez cuando se aparecía en cada ola.

Aún así mi brazo se elevaba hacia lo alto de ese cielo infinito interminable, a no ser por el sol, que cada doce horas le mostraba que su fin había llegado y se sumergía en las profundas aguas, de ese inestable mar, donde cabían ciudades completas, que alguna vez fueron parte de aquí arriba.

Y mi brazo seguía erguido y sangrante… ¡Aterrada estoy, pero llévame! Quiero conocer que hay debajo de esta alfombra azul.

Movedizo el viento, brisa sobre mi rostro, sucumbí y desmayé.

Una luz brillante, que iluminaba cada rincón cerca de mí, dilato mis pupilas y dejó ver a mi alrededor como flotaba, inerte, aquello que alguna vez tanto anhelé, juguetes y golosinas, entradas de algún recital, hasta perfumes y algún cigarrillo electrónico que alguna vez se me ocurrió comprar, algo cursi, pero cierto al fin, ahí estaban.

Comencé a nadar, aterrada, pero allí quería estar, cada cosa que veía pertenecía a algún momento de mi vida, y luego había dejado de ser importante, pero yo quise eso en determinadas ocasiones y eso es lo que era, eso, reflejaba mi persona.

Nadé y la luz se fue apagando, al mismo instante que cada una de mis cosas iban desapareciendo. La oscuridad se había apoderado del mar por doce horas, pues el sol se había vuelto al cielo.

Lloré, y volví a estirar mi brazo, que aún seguía lastimado, sigo aterrada grité… ya no quería estar allí.

Solo resigné mi cuerpo, alma y pensamientos, cerré los ojos y pude verme por dentro.

…Dicen que las personas nunca logran saciarse. Una necesidad se vuelve otra al instante de obtener lo que tanto anhelamos.

Solo los sabios viven el presente como una única etapa de la vida, los demás, andamos de recuerdos y ambiciones...

Dentro mío no vi la sangre que vi cuando me corte el brazo para poder ver mi interior, ni aquel perfume tan caro, aún así vi, un corazón latiendo a cuentagotas, gracias a unas pocas personas que darían su vida por mi, y me entregan amor a cada instante. Dentro mío sentí perfume a tierra mojada que me recordó a los mejores momentos de mi infancia, infancia que pasó a ser un recuerdo como aquel lugar, mi espacio, mi tan amado Machagai.

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Una ciudad con fachada de pueblo, donde el mástil de la plaza pertenece a miles de personas, donde no importa en que sitio te encuentres, siempre estás con los tuyos… Con tu vecino, con el del frente, con el vecino de tu «cumpa», como los llamamos haciendo referencia a un compañero, a un amigo.

El olor a tierra mojada al que hacía referencia, viene acompañado por el ruido de un camión, al que llamamos «el regador», el cuál, a paso de hombre, mojaba las calles para que el polvo no le ganase a nuestras madres que, con plumeros en mano, veían por la ventana como nosotros, vivos en alegría, corríamos delante del camión y nos acostábamos bajo su lluvia, terminando así todos embarrados…

¿Lluvia? ¿Barro? Era lo mejor que nos podía pasar, imaginando estar sumergidos bajo alguna catarata de agua, cerrábamos los ojos y nos poníamos debajo de las canaletas. Luego nos convertíamos en patinadores y hasta en artesanos, haciendo muñecos de barro.

Machagai es un lugar donde los niños pueden jugar, pueden correr. Es una rifa para recaudar fondos para algún beneficio comunitario, es la rivalidad sana entre clubes que se llenan de gente que defiende sus colores. Es ese lugar donde un hospital carencia de algún que otro tubo de oxígeno, y la gente se adapta a eso sin odio ni resentimiento.

Allí se respira folklore y los insectos forman parte del paisaje…

Mire hacia dentro y vi una enseñanza de amor puro hacia los míos, amor puro hacia cualquier ser vivo y amor puro hacia mi misma, algo que ya no se encuentra en cualquier rincón.

Mi corazón comenzó a acelerar su ritmo, la sangre fría comenzaba otra vez a correr por mis venas, sí, ese era mi lugar, había encontrado la manera de sobrevivir a mis angustias, al miedo, había encontrado la llave de mi felicidad, no estaba debajo de mi piel, ni en lo profundo del mar, estaba en mi ser, solo debía amarme a mi misma.

Aprendí ese día que sólo yo puedo defenderme de todo aquello que me lastima y sólo basta tener mi brazo extendido hacia ese cielo, donde ÉL siempre estará tomándome de la mano.

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