​El viaje más soñado.

​El viaje más soñado.

Elena había despertado somnolienta esa mañana, pero de pronto la ansiedad se apoderaría de su cuerpo. Abrió sus ojos, y mientras terminaba de estirarse, se despedía con un bostezo de su estado de descanso, alcanzó a ver qué encima de una mesita de madera que había en la habitación, esperaba ser encontrado un sobre lleno de esperanzas.

Tanto habían imaginado ese momento, tanto de si habían puesto, tanto habían dejado de lado para lograrlo y ahí estaban, unos boletos de avión que eran la puerta de sus soñadas vacaciones, presentados en un sobre que simplemente decía “Lo logramos”. De esa forma encontró Joaquín la manera de sorprender a su amada que quedo totalmente anonadada al no creer estar viviendo aquella situación en ese mismo momento, ¿sería verdad o es que aún permanecía en un sueño?

Así, con el corazón explotando de felicidad, Elena se dispuso a imaginar las grandes hazañas que los esperaban, las tardes de playa con el sol rozando sus cuerpos que descansarían en la tibia arena a la orilla del mar con una suave brisa acariciando sus rostros, los eternos atardeceres invitando al romance que quedarían grabados por siempre en sus retinas, los nuevos sabores y fragancias que degustarían en esa nueva aventura, las miles de anécdotas que traerían de aquel tan añorado receso.

Sin dejar escapar un minuto Elena comenzó a explorar las posibles opciones que le ofrecía este destino, tomando notas de referencias se dispuso a ordenar su itinerario de manera tal de disfrutar al máximo de tan ansiada oportunidad, de pronto se imaginó en tantos nuevos lugares experimentando tantas nuevas sensaciones, y con cada nuevo escenario surgían un sinfín de cosas necesarias a llevar, y obviamente las anotaba en una extensa lista de cosas que debería de preparar.

Desde aquel momento soñaba despierta, casi sin advertirlo se vio con Joaquín que venía a su encuentro, y en un abrazo se fundieron, de pronto solo eran uno compartiendo el gozo de tan grato momento, estaban tan cerca y a la vez tan lejos, parecía que los próximos días serian eternos, y no dejaban ni un minuto de pensar en ello. Para ellos el viaje había comenzado aún sin haber siquiera llegado al vuelo.

Los días parecían no pasar, Elena los tachaba con un marcador en el calendario pretendiendo acelerar de esta forma las agujas del reloj que parecían inmóviles, mientras armaba y volvía a desarmar las valijas repasando una y otra vez que todo estuviera en su lugar, no quería dejar nada al azar. Joaquín trataba de calmarla y se mostraba tranquilo mientras por dentro miles de sensaciones recorrían su cuerpo.

Las semanas pasaron y llego el gran día. Esa mañana se despertaron muy temprano, para decir verdad no habían podido dormir en toda la noche, la ansiedad había llegado a su punto máximo, desayunaron muy ligero y ni perdieron tiempo en almorzar, era su primer vuelo y no sabían que les podía esperar y no querían que ningún imprevisto les echara a perder tan esperado momento. Miraban el reloj mientras sonó la bocina del taxi que los llevaría al aeropuerto, que obviamente Elena había reservado con anterioridad.

Aquella tarde mostraba la ciudad con un color diferente, los pájaros cantaban alegremente, el verde de los arboles estaba más brilloso ese día, el cerezo de la plaza parecía haber florecido para ellos y el sol aparecía tímidamente entre las nubes.

Durante las veinte cuadras que los separaban del aeropuerto fueron turistas en su propia ciudad, Joaquín advirtió lo mal que manejaban los automovilistas, no respetaban velocidad ni señalización, y ni hablar de los ingratos que se estacionaban incorrectamente; Elena, en cambio, vio la cantidad de niños que jugaban en las plazas o espacios públicos, y como tantos disfrutaban de sentarse al aire libre simplemente a tomar un poco de sol, ella siempre había deseado hacerlo pero nunca tenía tiempo, cuando no hacía mucho frio, hacia demasiado calor o seguro algún imprevisto surgía, por una cuestión u otra nunca lo ponía en práctica; de repente delante de ellos se encontraba el tan ansiado aeropuerto, era la primera vez que lo visitaban, y como Elena era tan precavida había dispuesto llegar unos minutos antes para poder recorrerlo y conocerlo también.

Joaquín ya no ocultaba su animosidad, se dirigió directamente a despachar el equipaje; justificaba hacerlo para manejarse con más liviandad, pero en el fondo era para sentirse un paso más cerca de su destino. Luego de presentar los documentos correspondientes y realizar las maniobras de rutina se dispusieron a disfrutar de aquel lugar.

Elena quedó maravillada con tantos carteles luminosos, negocios enormes, marcas que ni conocía que existían, había descubierto un mundo nuevo dentro del aeropuerto, a todo le sacaba fotos para guardar de recuerdo; Joaquín encontró un bar donde tomo un café para acortar la espera, y de repente escuchan al parlante que anunciaba que era hora de embarcar. Si, su vuelo estaba listo esperándolos y su aventura estaba a punto de comenzar.

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