Y por fin llegó el día del embarque,después de una larga espera nos vimos a lomos de aquel gigante que nos habría de llevar a un viaje inolvidable.
Rugieron los motores,avisando a los mares que íbamos hacia sus entrañas.
Y asi la costa se hacía más y más pequeña hasta perderla de vista.
La próxima costa que veriamos seria la de Túnez. Unos miles de almas como si de un pueblo entero se tratase, íbamos a compartir una semana de navegación. Almas desconocidas pero habidas de una nueva experiencia.
Pronto llegó el anochecer y el vaivén del barco hacía que algunos de sus moradores empezarán a sentir los mareos, cuando subiendo las escaleras hacia los salones restaurante, se veía el agua primero por un lado de las escotillas y luego por el otro comprendí la pequeñez de el enorme barco ante la inmensidad del mar.
Me asome a cubierta y observe como nuestro coloso rompía las grandes olas.
Al fondo otro gran barco se adivinaba por las luces que adornaban su figura, allí otros miles de almas navegaban a la par,imagino que algunos bailando como en nuestro barco,otros degustando buenas viandas y algunos tomando más de cuatro copas.
Primero fue Tunez, luego siguieron diferentes puertos italianos y Monaco.
El pueblo desembarco feliz y su alcalde capitán sonrio.
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