Ahora Spyros está en el «Florida» haciendo de Kamaki, cosa que odia, en algo que los griegos llaman «kamaki business». Se trata de intentar aprovecharse al máximo de los ingenuos y despreocupados turistas.

Yo estoy en la habitación que ha alquilado viendo alguna cucaracha que de vez en cuando asoma de detrás de la grifería de la ducha. Mientras, él sisa dinero del «Florida» y pide a la gente los cascos vacíos de las botellas de cerveza para sobrevivir y pagar el escaso dinero que gastamos en comida.

Hemos recorrido la isla, desde Kamari Beach (que es dónde estamos) hasta Oia, en el extremo norte del islón; Fira, en la mitad con vista al volcán que destruyó la isla en 1956 y Skaros, un pequeño eslabón que sobresale de Fira hacia el volcán de 300 metros de altura.

Estoy esperando a Spyros. Echada sobre las sábanas blancas de lino pensando fundamentalmente en él estoy. Mi cuerpo predispuesto para su llegada. Aunque sé que no podré esperar e iré en su busca como cada anochecer. Nunca se ha atrevido a decirme nada sobre lo que siente por mí, y a veces cuando confunde, al hablar en español, el verbo amar por gustar siento que no estoy sola en el mundo y que verdaderamente me quiere. Pero su mente es quizás más poderosa que su corazón y se muerde la lengua a veces; y otras me susurra «que guapa eres» o «que bella ojos». Si por despiste de le escapa un «buenos días mi amor», es quizá porque no sabe expresarse bien. Quién sabe si es mejor así. Como mucho me iré en veinte días y qué será de nosotros… ¿resistira esta pasión el vacío de nuestra distancia?

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS