Con ella vi medio mundo. Pero una vez que nos casamos el destino siempre fue el mismo, su país, Ecuador. La primera vez que fui conocí a toda la familia, a la abuelita, a sus tíos y a un incontable montón de primos y sobrinos que salían hasta de debajo de las piedras.
Recorrimos el país de arriba abajo, en las Galápagos bucee con tortugas. En la sierra conocí a los indigenas. En Daule me monte en una llama que olía a borrego viejo, también me subí al columpio más alto del mundo, en Baños. Vi las ballenas en Santa Elena. En la bahía de Guayaquil perdí la pasta y un poquito de mi dignidad y me puse del revés a base de mojitos en Montañita…
Y luego esta , Milagro, donde mi mujer nació y se crío, donde está toda su familia y donde nos quedamos cada vez que vamos. Para ella representa volver a casa y para mi es volver a mi infancia. Ir en bici a todos lados, las calles de tierra, el olor a comida, tomar el fresco en la calle, mi heladito por la noche, la musiquita, lavar a mano, la alegría, el chisme, la vida lenta.
Yo nací a 15000 kilometros de allí, en un pueblecito de la costa de Castellón, aunque siempre he vivido en grandes ciudades ,donde puedes tenerlo todo e identificarte con nada. Por eso cada vez que viajamos a Ecuador , siento que mas cerca estoy de mi patria. Porque la patria no tiene nada que ver con países ni banderas. La única y verdadera patria es la Infancia.
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