DEMARRAJE

Hoy 207,5 Km, de un viaje mayor, para un grupo de 200 obstinados.

— ¡Llevo una hora solo aquí y nadie da señales de vida? ¿Es que no funcionan los pinganillos?

–¿En qué coño estabas pensando? ¡Tú tienes experiencia más que de sobra para que no te pillen en una así!

–¡Pero qué dices? cuando hay abanicos, si te pillan te jodes. No depende de ti. Pero, … ¿va a bajar alguien o qué?

— Tranquilo, hay cuatro horas por delante. Aquí se han vuelto locos y tiran a muerte.

“¡La madre que me parió!. “…puto viento”

Clak, clak, clak, “estos cambios me van a volver loco… mucha electrónica pero estas siguen siendo máquinas movidas por pistones humanos”

“Estamos ya en la mitad y siguen aumentando ventaja“

— El viento se ha calmado y la subida a Prevonloup está a 30 kilómetros. El tiempo que pierde el español respecto a su jefe de filas y líder del Tour es de diez minutos.

“Sé de sobra lo que me espera” “Después el Col de Mosses, 1.445 metros arriba, y La Villete de Chable, ¡jódete!, de primera categoría, 1.468 metros en lo más alto.

“Si no bajan a por mí, subo yo a por ellos. Y ese Damastes va a ser mi jefe cuando los pájaros mamen”

“Clak, clak, plato grande y piñón chico, un bidón de agua a la cuneta, que lo que menos necesito es peso y empiezo el demarraje”

–¡Atención! el campeón español salta del grupo de atrás a ritmo endiablado. Tiene por delante una aventura arriesgada.

“¡Una aventura arriesgada, eh!”

–Arriba su equipo, Andayá, tira como si el español fuese su peor enemigo. Es difícil entenderlo.

“Decir la verdad, este año tienen que explotar el tirón mediático de Damastes. Ha superado una enfermedad y le están preparando la victoria”

–El retraso del español es ahora de 4 minutos.

–Tranquilo, que antes del puerto no nos pilla y a ver cómo sube luego solo.

–Tío, está llegando… –Se va a quedar en la cola ¡…no puede más!

–Comienza la ascensión a Prevonloup. Vigilancia entre los gallos del pelotón. El grupo ligeramente estirado. El español parece acusar el cansancio, enganchado en la última posición del paquete de elegidos.

–Atención equipo. Todos relevamos. Nadie se va.

“No te jode, ahora el director, que todos relevamos; para que el americano vaya tranquilo” “Yo quieto, pensarán que no puedo más”

–He dicho, todos relevamos.

“A mi me verán delante cuando me salga del pito”

–Se ha superado el puerto con mínimas diferencias. Ahora, diez kilómetros de bajada a tumba abierta, después giro a la izquierda y empiezan las primeras estibaciones del Col de Mosses. Todos conscientes de que después viene la temible Villete de Chable con final de etapa.

“Como piensan que voy jodido, no les preocupará ver que me voy en el Col de Mosses; creerán que luego reventaré. Pues hoy, o subo al cielo o me hundo en el infierno, pero yo junto con estos, ni a misa.

— Español, no tires tanto, llevas un ritmo demasiado alto.

— Repito, se están quedando los nuestros, no es necesario forzar.

“Seguir dando órdenes, sentados en el coche” “Coño, la tablilla de la moto. Pone que les saco treinta segundos” “este aviso me lo mandan ellos, ¡qué listos!”

“Nuevamente la moto: Ahora saco 45 segundos y quedan cuatro kilómetros, con las rampas más duras”

“Qué estará pasando ahí atrás. Llevan un rato sin decir ni pío y ya estoy prácticamente arriba”

–El tiempo que saca el español en la etapa, cuando quedan doscientos metros para superar la pancarta del puerto es un minuto diez.

–Español, no te vuelvas loco en la bajada. Después hay que subir La Villete todos juntos. Trabajamos en equipo.

“¿Y antes, cómo trabajábamos?”

¡Español, stop!. Te ordeno que pares. “Ven tu a pararme si puedes, cabrón”

–En las primeras rampas de La Villete, con la estación alpina de Verbier al fondo, la ventaja es de un minuto cincuenta segundos. En estos momentos ocupa la segunda posición de la general a dos minutos del líder, el americano y jefe de su equipo.

“Ahí lo tengo, 1.468 metros arriba, treinta y cinco por ciento menos de oxígeno, con rampas del 10 por ciento y curvas de herradura”

Huelo el veneno de la serpiente de asfalto que me conducirá a la cima y mi cerebro se transforma en una catapulta. El vello se me eriza, mis piernas son remeros de galeras golpeados por los latidos de un patrón que ha decidido ganar esta batalla y con ella la guerra.

“A tomar por culo el pinganillo, que digan lo que quieran”

–El español se ha quitado el pinganillo. Por detrás, el grupo de los mejores son cuentas sueltas de un rosario destrozado. El americano no tiene apoyos y está obligado a darlo todo él mismo.

“Ya era hora de que nos presentáramos tú y yo solos ante este juez insobornable para que dicte sentencia en lo más alto, sobre quién es el jefe de este equipo”

–Quince kilómetros de puerto aún. El español saca dos minutos treinta y aumentando. No recordamos nunca una lucha igual entre dos del mismo equipo.

“Qué silencio desde hace un rato… Ahí está la tablilla, dos últimos kilómetros. No me lo puedo creer ¡saco 15 segundos en la clasificación general! ¿estará hundido ese cabrón? Voy a ponerme el pinganillo a ver qué dicen”

–Atención equipo, en estos momentos el Tour tiene nuevo líder. Es español y se llama Teseo. El equipo trabaja ahora para él.

“Prefiero no contestar”

“Pun, pun, cruzo y disparo a la pancarta de meta. No me tengo de pie. No quiero a nadie alrededor, solo aficionados que han creído siempre en mí.

Al dirigirme al podium veo llegar al director. Le sostengo la mirada.

–Este es el perfil de la etapa de mañana, y me lo entrega. –A las 7 cena; después reunión del equipo. Hoy el masaje, antes de irse a la cama. ¡Ah, y todavía queda mucho Tour!

–Lo sé.

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