La vi trepar el sendero del Cerro, serena y pensativa. Desde las sombras de un molle me refugié para que no me viera. Decidí seguirla. A cada paso de ella me movía sigiloso, como
animal al acecho. Esperé el momento justo, eligiendo el lugar perfecto para cometer el crimen. Las “estaciones del vía crucis” cargan un simbolismo que no me interesa, tampoco me atemorizan. Mi pacto no es con Dios, justamente…
El calor a esa hora de la siesta extinguía energías. Pero a ella se las reactivó pues a nadie se le hubiera ocurrido ascender al Cerro con 35 º C. Me motivó su figura más que el encargo. Tampoco me interesaron los por qué. Soy un sicario. ¿El error del descubrimiento? La víctima, el hecho de que me atrajera tanto… ahora que lo pienso… el mismo viaje….
Confieso, señor juez, mi ataque, pero no sufrió.
Eso Ud. lo sabe bien.
No me gustan cuando sufren.
Quédese tranquilo.
Ella no sufrió.
¿Qué si me arrepiento?
Ella no significaba nada para mí, hasta ahora.
La culpa la tiene el ámbito, el lugar por donde la seguí. El cerro La cruz, el recorrido simbólico del vía crucis, pero como yo no soy creyente, creí que el crimen sería perfecto.
El juez continuó con su interrogatorio, pero el del alma gris guardó silencio para siempre.
OPINIONES Y COMENTARIOS