«Nunca dejes de soñar…
Solo nos queda intentar…»
La mañana aun presente en el ambiente, el despertador ya había sonado, sin embargo el aún estaba tumbado en su cama, analizando por última vez lo que había hecho ayer, muchos pensarían que estaba loco después del gran escándalo que le había armado a su jefe y que luego terminaría con su despido, pero la causa era obvia, estaba harto de su rutina diaria, de solo imaginar que su padre lo mataría, se propuso a no contarle nada, ya que el pobre viejo había pagado con su sudor y su aliento todos sus estudios.
No soportaba ya a sus compañeros de trabajo, el simple hecho de saber que tendría que convivir con ellos hasta su jubilación, lo hacían perder la cabeza cada vez más y más, pero sobre toda esta tribulación no soportaba a su jefe quien muy a menudo le gritaba hasta insultarlo.
Ya serían las seis de la mañana cuando él se propuso a tomar la más grande decisión de su vida, y tomando su maleta se largaría al fin de su vetusta casa, no tenía esposa, ni hijos por los cuales velar, así que no debía preocuparse absolutamente de nada.
Había planeado ese viaje por años, pero su nuevo trabajo y su tiempo se había visto reducido. Estaba sintiendo explotado por su jefe y sus compañeros, tenía el presentimiento que haya, al otro lado del mundo lograría superarse.
Comenzaría una nueva vida en Escocia no le importaba criar cerdos, inclusive quería construir una pequeña granja no muy lejos de la ciudad de Edimburgo, su ya difunta madre le había contado de ese mágico lugar desde su historia y algunas cuantas costumbres de la comunidad.
Por supuesto él, no le contó a nadie de su repentino viaje.
Y ahí se encontraba él frente a la caja de la recepcionista, a unos cuantos pasos de su libertad, la señorita le pidió una y otra vez que abordara mañana, sin embargo él no quería aceptar.
Luego de batallar por dos horas, un hombre de trato presentable le seda su asiento muy amablemente, pues le traía recuerdos de su juventud.
Nuestro personaje muy agradecido, decidió saltar y abrazarlo,y con una sonrisa de oreja a oreja cogió su pesada maleta y muy feliz se propuso a viajar a Londres, puesto que ya no tendría más obstáculos en su camino, Subió al avión y esa fue la última vez que se le volvió a ver.
Yo estaba junto a él en el aeropuerto y a mi aparentar no era un loco, solo era alguien incomprendido.
Avico
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