Recostada en un rincón, esa maleta marrón resistente pero ya desgastada por fuera, huellas del tiempo en su cuerpo, atrapa con insistencia los repetidos viajes que han desbordados de anécdotas mi vida, las de las aguas frías del Mediterráneo que golpeaban los barcos deseosos de llegar a destino, como las de las altas cumbres en mi tierra Argentina, que sirven de descanso a los cóndores incansables en su andar, reflejados en fotografías que perpetúan momentos irrepetibles.
Viajes, aquellos que me acercaron a costumbres milenarias, gustos, sabores y tradiciones despertando mi imaginación, rescatando de cada uno de ellos una pincelada de colores, iluminación de paisajes donde la naturaleza ha hecho valer su presencia.
Viajes, experiencias que han contribuido a mis aprendizajes despertando emociones, plasmando dibujos imaginarios y reales en diversos portarretratos donde el rostro del tiempo se vuelve presente cada vez que lo requiera mi alma.
Me detengo para contemplarte, lustro tu cuero gastado, vuelves a ponerte de pie, maleta compañera de viajes que se imponen con fuerza para impulsar con coraje un nuevo sueño pronto a descubrir.
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