PASO DE PÁGINA

Al entrar la tarde le ciega la intensa luz ocre de la puesta de sol, que compite con las primeras luciérnagas de la noche. Absorto en esa imagen, apoyado en la ventana de su habitación, desafiando el vértigo, desde el décimo piso del moderno y feo hotel, Mario se pregunta si ha sido buena idea huir tan lejos para olvidar tanto, para esconderse de tanto. Seguro que sí.

¿Cuánto llevaba viajando?.¿Doce horas?. ¿Quince?. El cambio horario lo tenía aturdido y despistado. Tenía hambre. Sólo había comido algo en el avión. El día anterior, después de consumar su venganza, hipnotizado de terror y de pena, muy temprano, sobre las seis, había cogido un taxi directo al aeropuerto. Lástima; al final iba a hacer él sólo lo que tantas veces habían planeado hacer juntos con Ana.

Se plantó delante de la enorme pantalla negra que indicaba las salidas y leyó el destino del primer avión que la oferta “last call” -última llamada- le presentaba en la gran pizarra. Compró un billete, baratísimo, en la taquilla de la aerolínea y ya directamente facturó su maleta. Se dirigió corriendo a la sala de embarque. El avión partiría en 20 minutos. De camino a la puerta B23 aún tuvo tiempo de vaciar toda su cuenta corriente en un cajero automático. Lo hizo en varias veces y por pequeñas cantidades, pero con lo obtenido, unos diez mil euros, si se sabía administrar, sobreviviría una buena temporada. El tiempo suficiente para no dar señales de vida tras la sorpresa que provocaría su ausencia repentina. Lo buscarían, si, pero después se olvidarían de él.

Y allí estaba, recostado en esa gran ventana, en una desconocida ciudad, lejana y bulliciosa, observando el animado ambiente de la calle, allá abajo.

Por la mañana, a las diez, cuando la mujer de la limpieza haya entrado en casa – pensó – habrá descubierto el escenario. Me habrá telefoneado al móvil para preguntarme, horrorizada, qué ha ocurrido, pero éste le sonará en la misma habitación. Sobre mi mesita. Allí lo dejé.

Sonrió con cierta amargura al imaginar todo lo que ocurriría a continuación. Llamadas a su despacho, a sus padres,-pobres que susto se llevarán- al gimnasio, a Juan…

-Señor Juan Martín, buenos días – le dirán los policías-. Sentimos comunicarle que su hermano, Mario Martín, ha desaparecido, pero lo peor es lo que he dejado en su casa tras él. ¿Puede venir inmediatamente a su domicilio, por favor?. Allí le esperamos. ¡Dese prisa!.

Jmrc 4-07-17

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