VIAJE CON ARQUIMEDES

VIAJE CON ARQUIMEDES

Miguel Gom

05/07/2017

La mañana es limpia y nítida. Con unos puntos lejanos que centellean, mientras la luz del alba, cada se vez se hace mas fuerte. El aire también es cristalino y fresco. Los nervios propios de la primera vez y un tacto glacial se apoderan de mi cuerpo hasta provocar un baile involuntario que apenas puedo evitar.

La cesta me espera y sin dudarlo me adentro en ella. Para disfrutar del viaje y sentirme ave por un momento. El suelo se hace más pequeño y un viento a medio camino entre brisa y vendaval, me saluda desde las alturas. Y ahora donde antes me alejaba del sol, el capricho hace que vaya derechito hacia èl, sin remedio, pareciera que me lo iba a encontrar y saludarlo.

La gata de algodón que cubre mi cabeza se hace cada vez más espesa. El viento a veces helado y a veces caliente por la lengua de fuego que sale de esa especie de boca de dragón y que tengo a mi espalda, me eriza la piel a cada envite.

El canasto se balancea, al igual que mi vida lo hace, en ocasiones, unas veces me sonríe la fortuna o por el contrario, me enfrento a un cúmulo de circunstancias adversas que no conozco muy bien por donde me han venido. Y me quedo, a ratos aturdidos y en otros momentos algo más despejado. Sin saber bien por que ha ocurrido y sin conocer la manera de salir de esa situación.

Más adelante busco en la línea del horizonte la verdad de todo. Al igual que en lo alto de esa burbuja de jabón flotante en la que me encuentro intento encontrar un referente para lo que veo. Algo que reconocer para quedarme más tranquilo.

Me veo en las alturas a merced del antojo de ese viento que me empuja, como ha pasado en cualquier momento de mi existencia en los que he programado mi día y de repente viene el mal llamado destino y me golpea con el libro de instrucciones cambiado. E insisto en equivocarme una y otra vez del mismo modo que lo haría si no hubiese nadie en esa cesta, que sirviéndose del empuje del fluido, que Arquimedes descubrió, nos ayude a disfrutar del momento.

Y subo y bajo en esas bolsas de aire caliente o aire frío que ese mismo fluido contiene. Semejante a lo que me aguarda en el carrusel de la vida que me hace ascender o bajar en picado hasta las profundidades de la miseria. Sin remedio y sin buscarlo. Y una de dos o se aprovecharme de ese empujón hacia arriba y, o, esa patada hacia los infiernos o por el contrario me quedo alelado por el golpe del momento.

Y lo mismo que tengo que saber subir, tengo que saber bajar. Y en lo alto,encerrado en esa canastilla, con el globo inflado,se ve todo mucho más bonito. Y con esa ilusión, tengo que saber manejar el balón para que no se me desinfle en mis narices.Al igual que tengo que saber manipular esos momentos en los que todo me encumbra y me creo como el Dios de la creación y de repente viene el pinchazo de la realidad, para darme de bofetadas, que cuando quiero enterarme, ya estoy en el suelo recogiendo las hierbas que Calderón de la Barca va dejando en sus versos.

Y para que baje esa canasta, yo que tuve que soltar lastre para subir y dejarlo en la superficie, ahora, tengo que dejar escapar ese aire caliente, que me reconfortó en los momentos felices y buscar el hielo del presente, de mi momento y tomar tierra en mi valle sereno, el mismo que me aguarda con las condiciones de siempre.

PD Yo nunca viajé en globo. Pero el viaje de la vida está perfectamente reflejado en los sesenta años que muestran mis canas.

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