!Bueno, ya estoy aquí! – pensó Chombo para sus adentros – apenas bajó del tren de la muerte los ojos se le aguaron; resistió el viaje de días por completo y pudo oler el ruido de la ciudad. Sintió como la mitad de su vida se quedaba en la colina de la montaña, Matagalpa era su ciudad natal, un rinconcito de cielo en Nicaragua, aquellos años en los que pasó esto precedieron al cabo del tiempo modernidad para ese lugar.

!El desayuno está listo! – recuerda Chombo a su patrona, quien con bonachón corazón siente la necesidad de protegerlo – debo decir que Chombo es un excelente cocinero y provoca lamerse los dedos de las manos, los caldos de pollo que prepara, por supuesto Chombo no tiene idea de lo buenísimo que es para la cocina y que esto puede valerle la vida, además su experiencia como jardinero le permite vivir decentemente – a veinte minutos para que la patrona parta a la oficina, es suficiente tiempo para que Chombo le cuente la triste historia de su vida, es corto de palabras pues prefiere más hacer que hablar, sin embargo se confiesa, y dice además extrañar su rancho.

Así pasan los días; abrazados con el mundanal ruido de los edificios de cemento, como les llama Chombo, no come fuera, pues no gusta de las delicias modernas, prefiere preparar su propia comida y siempre lleva su pocillo azul repleto de café, el le dice café de palo, si le dan otro escupe saliva al piso e inmediatamente corre a limpiar, pues siempre olvida evitar esa manía; por las noches se queda perplejo en la soledad de su habitación, a veces se le escapan lágrimas pero siempre las limpia con sus sábanas, no escribe cartas ni llama por teléfono a su familia pues Chombo parece haber vivido en otra época y no confía en la tecnología, únicamente anhela volver.

una de tantas mañanas Chombo escupe como de mala costumbre, esta vez es para asustarse, pues la saliva sale mezclada con sangre, el sentimiento más tenebroso se apodera de nuestro Chombo y recuerda como su niño estuvo a punto de morir todavía recién nacido por un cipe asegura Chombo, casi se lo arrebata de las manos el maligno cipe, pero asevera Chombo que el Cipe lo soltó de inmediato cuando Chombo le gritó: «dejálo rejodido cipe, llevame a mi pero dejá a mi cipotito! – de pronto el niño dejó de llorar y no pasó a más – cuenta Chombo. Nadie podía sacarle de la mente y del corazón que el cipe venia por él, esto era la señal fatal para Chombo.

!Chombo! !vos podés Chombo, levantate! – grita agitada pero calmada la patrona – al parecer Chombo no fue al centro hospitalario como le había indicado su patrona desde el incidente de la saliva con sangre, bien dicen los dichos de los médicos que si las personas llegan a tiempo es posible curarlos; pero Chombo jamás acudiría por voluntad propia a ningún centro hospitalario pues no tenía la buena costumbre de chequearse médicamente, ademas nunca conoció Hospital alguno.

De regreso en casa, la patrona le explica que necesita cuidar su salud, hay costumbres viciadas que Chombo practicó y ya dañaron sus entrañas, él no entiende como pudo su cafecito perjudicarlo tanto, no se explica que hay de malo en comer tanto la carne de chanchito si es rica, susurra; !son unos locos!, pero aquí no me voy a morir, aseguró.

Pasados los meses recuerda su niñez, no fue fácil pero tampoco fue desdichada, siempre tuvo arroz y frijoles para comer, los guineos y las cuajaditas nunca se apartaron de la mesa, el cafecito de palo siempre lo acompañó para darle el punto de sabor final a su comida, esto decía Chombo con sonrisa de oreja a oreja, recordaba a su alcahueta madre y a su trabajador padre, no tuvo más hermanos, siempre solitario en casa pero se alegraba los días con los vecinitos amiguitos, el agua que se mezclaba con tierra de la colina corría cuesta abajo para amontonarse con las aguas del arroyo donde corría libremente la lluvia que cantaba cada noche con las cigarras en las rocas, – !ah quien no quisiera haber vivido con aire puro la mitad de su vida, quien no habría querido cambiar el cemento por la tierra, quien hubiese querido vivir en la tranquilidad del campo y ceñir sus lomos para probarse a si mismo que es capaz de sobrevivir! –

Su ceño fruncido denotaba que los años ya habían hecho estragos en él….la patrona recordó como llegó Jerónimo a la puerta de su casa, no poseía pertenencias de valor importante para ella, pero una cosa llamó su atención; !la maleta! !caray la maleta! !es cierto! – bajó rápidamente las escaleras como sabiendo que le quedaba poca vida al desdichado y quiso saciar su curiosidad, entró al aposento de nuestro Chombo, y….

Chombo! que traes en tu maleta? …. el amigo sonrió entre estornudos y limpiando su nariz con las sábanas, sacó de debajo de la cama su maleta, rota por el tiempo y atestada de recuerdos que lo ayudaban a sobrevivir, – jamás la patrona conoció a hombre tan terco como Chombo que no quiso lo internara en Hospital alguno – Chombo abrió de a una la maleta, en seguida muestra su vida en tres poderosos recuerdos que le dan aliento, mostró tres fotografías que resumían su historia; en la primera hay diez reces junto a un anciano, en la segunda aparece una joven mujer con su bebé entre brazos y en la ultima fotografía hay un arroyo, – !el arroyo del relato de la lluvia!

Chombo juntó la plata necesaria y siente que muere cada día lentamente.

El año llega a su ultimo día y Chombo está desesperado, quiere irse lo más pronto posible, pero postrado en cama no podrá regresar, confía en su patrona que sin duda alguna hará llegar la plata y la morfina hace lo posible por aliviar su dolor.

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