Tanto silencio dentro del coche era extraño. No podía disimular la situación… Ya no eran niños pequeños y no se conformarían con aquellas explicaciones extrañas que les daba cuando los sucesos de la vida eran tan duros que no existía una explicación que se pudiera comprender por un niño. Como cuando alguien cercano muere… O cuando alguien cercano te abandona…O la violencia o la injusticia…

_Mami para un ratito. Yuyo se esta mareando…

Aquel sería el último viaje de Yuyo. El veterinario nos había aconsejado que no lo hicieramos sufrir más.

_De acuerdo, pararemos enseguida. Detrás de ese cartel hay un pequeño descampado.

Yuyo bajó y estuvo caminando con dificultad. Se echó bajo un pequeño arbusto. Flora se acostó a su lado, acariciándole la cabeza y cantádole aquellas melodías que yo misma le cantaba de pequeña.

Yo me preguntaba cómo iba a dejar que el veterinario le hiciera aquello. La vuelta de aquel viaje iba a ser muy dura sin nuestro perrito.

Alex y Álvaro bajaron del coche y también se acostaron junto al perro. Tuve que morderme la lengua para no decirles que iban a ponerse la ropa perdida…

Flora comenzó a llorar. _Yuyo ya partió. No respira.

Alex y Álvaro también lloraban, pero trataban de convencer a su hermana de que ahora no sufría.

– Sólo te falta decir que está en el cielo de los perros para parecerte a mamá..

– Vámonos de aquí. Lo enterraremos en la parcela de tu abuelo.

Yuyo viajó de nuevo hacia casa, ahora tranquilo y en paz. Nadie dijo una palabra, pero aquel viaje significaba que nada sería como antes.

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