Distanciarme, negarme, aceptarme

Distanciarme, negarme, aceptarme

Siempre me he jactado de ser un amante del dolor. Hermoso el dolor que es cortés y nos da fuerza, que espera su turno. Mas que sabía yo que en tu ausencia encontraría solo un vació frio e insondable, peór aún que el que me ofrecían los ultimos meses de tu presencia. Desde que comenzaste a tratarme como el resto de tus conocidos decidí apartarme del aura de dolor y oscuridad que me traía esta hermosa ciudad que recorrimos , observamos y criticamos juntos tantas veces.

Entonces decidí alejarme, salí de viaje. Primero retomé mis visitas al bosque en completa soledad, caminé de nuevo por el borde de los acantilados buscando esa vieja sensacion de peligro, con esperanzas de no volver nunca. Con lo mucho que disfruto subirme al escritorio y jugar que es la terraza de un edificio, buscando inspiración. Visité a mis compañías en otras ciudades. Recuerdo que evitaba la mirada de los pasajeros en el bus, asi como ahora evito toparme con la mirada de lástima que me ofrecen mis amistades, conocen mi dolor. Evitando miradas me topé con un anciano ciego que iba sólo, que me pidió que contara cuanto dinero tenía él en la mano y, a pesar de mis esfuerzo por escuchar musica e ignorarlo, me volví en el depósito de la conversación que parecía ansiar oídos desconocidos para refugiarse. Quería morirme al llegar a Cofradía, donde el anciano bajó del bus, donde noté que entre mas me alejaba fisicamente de vos, mas presente estabas, me di cuenta que negándome estaba tratando de ser.

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