—¿Podrías contarme otra vez esa historia?
—En otras circunstancias diría que resultó ser un mal sueño.
Nos habían concedido a Tommy y a mí un permiso de fin de semana.
Resultaba fantasía respirar lejos de allí, dormir bajo tejado y no bajo capas de hormigón, poder ducharse sin ningún riesgo o disfrutar las horas libres y no tener que contarlas.
No haríamos nada extraordinario: Dos hermanos de Nebraska, unas latas de cerveza, visitar a los viejos amigos, escuchar la música actual y quizás, disparar a la madre de Bambi.
—Muy particular —dijo con el gesto torcido.
—Nuestro padre hacía ese tipo de cosas con nosotros con el fin de mantener los vínculos.
—Él os quería.
—A su manera. Sólo existíamos cuando el alcohol no lo cegaba. A veces incluso le importaba mucho más Kelly.
—¿Kelly?
—Un mal bicho.
Calzados con las mismas botas y abrigados con las mismas chaquetas vaqueras con las que entramos dejamos los barrotes a nuestras espaldas, Billy se había ofrecido para recogernos a cambio de que le invitáramos a una ronda.
Subidos en la parte de atrás escuchando nuestros clásicos me hizo sentir como esos beaners intentando cruzar la frontera, donde al otro lado aguardan compañeros impacientes alrededor de un bidón para llenarlo con viejas historias y soñar con las futuras.
—¿Beaners?, veo que partidario de la xenofobia.
—Se equivoca, soy ordenado. Me gusta tener las cosas en su sitio.
—Si eres como dices, ¿cómo pudo ocurrir aquello?
—Es increíble lo que una persona puede llegar a olvidar… pero es más sorprendente lo que puede llegar a esconder.
Casi medianoche, apestaba a tabaco y ginebra, parecía mi padre. Tommy hablaba con una joven, no recuerdo su cara… ni siquiera su nombre solo su pelo, rojo como el fuego que despertaba aromas y pasiones. Ligeros rizos como suaves olas de mar que se dejaban caer sobre la costa.
Era lo más hermoso que había visto.
Tommy nos presentó poco después, ella estaba celebrando su entrada en la universidad, yo le dije que acababa de salir de una privada en la que estaba estudiando Derecho.
—¿Supo que era mentira?
—Desde que abrí la boca.
—Pero, no pareció importarle tu carencia de estudios, al igual que tu labor en la tienda de tatuajes antes de entrar en prisión.
—No la verdad es que no, era una buena chica. Sencilla e inteligente.
—¿Y tu hermano?
—Tommy… El hermano mayor, las veces que papá volvía buscando darle una paliza a alguien, él le provocaba para que no fuera a por mí o a por mi madre. A la familia hay que protegerla de las injusticias.
—Las injusticias traspasan los vínculos familiares, ya lo sabes. Tenemos… una posición en este mundo. Llámalo como quieras.
—Cada uno de nosotros tiene un rol asignado que vamos definiendo con los años. El mío lo descubrí aquella noche.
Estuvimos conversando tranquilamente hasta que Tommy se apegó a nosotros en la barra, ella había dejado de interesarse por Tommy. Intentó convencernos para acompañarlo al lago y seguir allí, pero ella quería que yo la acompañara hasta su piso, yo también quería irme.
Pero Tommy me agarró por el cuello y entre risas muy disimuladas me sacó del bar con insistencia, ella decidió ceder y le acompañamos.
Fuimos a pie por un sendero, Tommy y yo solíamos ir por allí hasta el lago donde comíamos un sándwich y con anzuelos primitivos cogíamos algún pez.
Estaba muy oscuro, tibias brisas recorrían nuestros cuerpos, susurraban algo que no entendía.
Al llegar, Tommy la cogió con fuerza por la cintura y la besó agresivamente, ella le dio un rodillazo en las pelotas y se refugió tras de mí. Estaba en blanco, no entendía la actitud de Tommy traté de hablar con él pero el cañón de su revolver me sometió.
—¿Un revolver?, ¿de dónde lo había sacado?
—Eso mismo me pregunté, tal vez alguno del bar se lo prestara o quizás era el de Billy, solía llevar uno en el tobillo. Él decía que era para ahuyentar a los coyotes de su parcela.
—¿Y qué hizo?
—Una simple propuesta, como las que papá le hacía a Tommy antes de darle con la llave grifa.
¿Activo o pasivo?.
—¿Y tú…
La tomé de la mano, lloraba y suplicaba, arañaba mi cara intentando zafarse, Tommy sonreía por mí, su figura imponente me recordó a la de nuestro padre.
Terrible imagen.
Tres sombras agitándose en la noche, gritos estremecedores rugían entre las copas de los árboles, los cuales fueron testigos de lo inhumanos que fuimos aquella noche.
Ella llamaba a Dios entre sollozos y violentas sacudidas.
Si Dios existe, no la salvó aquella noche.
Fui participe del horror que allí se cometió.
—¿Sabes cuál es la diferencia entre un hombre libre y un esclavo?
—Uno lleva cadenas.
—No. El hombre libre elige, el esclavo obedece. Dime, ¿qué fue de ella?
Había dejado de ser mujer y se convirtió en un espectro, sin alma pura ni corazón valiente…
Un vestigio de un tiempo remoto.
Mientras ella contemplaba el lago sin gesto apreciable, Tommy se marchó como si nada.
Para mí fue esa tesitura, marcharme de allí y esperar las consecuencias o…
—¿O qué?
Una breve sacudida, una voz ahogada, salpicaduras y al instante… Silencio.
—La mataste. No tuviste porqué hacerlo, tenías alternativas.
—Tiene razón. Pude haberla dejado con el recuerdo de aquella atrocidad en su mente y su cuerpo como prueba eterna de la tortura sufrida.
El calor de su belleza se apagó para siempre.
—¿Qué hiciste después?
—Salí del bosque corriendo, a cada paso los árboles me miraban y señalaban con el dedo, estaba alucinando.
—Se llama culpa.
—Tormento, esa es la palabra.
—Tal y como empezaba la historia, parecía un viaje.
—Un viaje de sufrimiento. Pues mi entrega a las autoridades me valió la pena capital.
— Tu castigo fue la inyección letal.
—No. Mi castigo es narrarte una y otra vez tu muerte.
Vivirlo una y otra vez es mi condena…
Un viaje eterno al pasado.
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