Creo que he perdido la cabeza. No tengo ni idea de qué ha pasado, pero entré al Hospital siendo una persona y he salido siendo otra. No acabo de nacer ¡no me han podido cambiar por otra niña! Tengo 49 años y ya no tengo juanete en el pié izquierdo. Mi sensación es que desde que crucé el umbral del centro hospitalario, yo ya no era yo.

Salí a fumar un cigarro por una puerta de emergencia, que daba al exterior, y me quedé encerrada fuera durante 45 minutos. Nadie podía verme. Ahí fue donde debí empezar a trastornarme.

De vuelta a la habitación, el trastorno iba en aumento. Me sentía confusa. Estaba siendo una noche en blanco muy rara. Hacía mucho calor pero yo tenía mucho frío… ¡qué locura!

Incapaz de dormir. Un rato en la cama, otro rato en un sillón, que intenté meter en el baño pero no entraba. Después junté las camas, me levanté, paseé, me volví a echar, pero Morfeo no quería visitarme esa noche. Y la tele puesta… Las 4 de la mañana y seguía “sin pegar párpado con párpado”.

Volví a separar las camas, me senté en el sillón y subí los pies al colchón… pero nada. Rodeada de mis cosas por toda la cama porque oí que podían entrar a robar; ya ves tú ¿qué me iban a robar a mí? pero me entró paranoia y me debí trastornar más todavía, si cabe.

A las 6 de la mañana ya no podía más y me metí en el baño para lavarme e intentar ponerme un camisón que tenía que atarme a la espalda. No sé cómo lo hice, pero estaba monísima, no se me veía el culo “como ocurre en todas las pelis” ¡Sí que debía estar trastornada!

Tenía los ojos como platos, la tele continuaba encendida… Y todo seguía bastante confuso.

A las 11:30 un celador vino a recogerme. Yo sentada en la cama sonriendo como una imbécil y a él le dio la risa. Me acuerdo que le dije que era del Atletic, y él me contestó que entonces estaba acostumbrada a sufrir ¡pero si a mí no me gusta el fútbol!

Vaya viaje por el hospital ¡si es que he estado en un hospital! porque aquello parecía una discoteca en Noche Vieja. Gente y más gente que me sonreía. Me crucé con una máquina de café y comenté que mataba por uno, pero nadie me dio nada y yo con la boca como una alpargata.

Llegamos a la zona de quirófanos y había más gente todavía ¡aquello era una fiesta! Me hablaban y yo respondía, pero no recuerdo muy bien qué decía. Todo era muy divertido y la gente era muy amable. Yo conseguí relajarme. Me preguntaban cosas y yo contestaba pero no recuerdo el qué. Sólo quería un café y un cigarro ¿pero yo dónde he estado?

Alguien me dijo que hiciera la croqueta para pasar a otra camilla y rodé de tal manera que me preguntaron si había estado ensayando. Estaba ya tan trastornada que empecé a ponerme nerviosa. Me intentaron coger una vía y venga a darme tortas en la mano, pero la vena no daba la cara. Ahí ya debieron meterme algo raro porque yo ya no era dueña de mí. Me sentía totalmente colgada y feliz. Me echaron algo en la pierna muy frío y me daban espasmos pero no paraba de reírme. Debieron de tomarme por una loca.

Y ya no recuerdo nada más hasta que me desperté operada. Rodeada de más gente operada igual que yo, pero con mal aspecto. Yo estaba genial, sólo quería subir a la habitación ¡Es como si me hubieran abducido los extraterrestres!

No entiendo nada, he debido de ser la paciente un millón. Por fin decidieron subirme a la habitación y seguía la tele puesta… Me trajeron galletas y mantequilla, pero yo sólo tenía ojos para el café.

Ya en casa. Son las 20:00, tumbada en el sofá, con el pié en alto y con una sola idea en mi cabeza: plasmar en un folio en blanco lo acontecido en las últimas 24 horas, porque como haya sido una abducción, seguro que me han reprogramado para que se autodestruya toda la información de mi cabeza y quiero que quede constancia. Mañana será otro día y lo que no sé es quién seré yo. Son las 4 de la madrugada y pienso que mientras no duerma y desconecte un día con otro, no voy a desprenderme de este maldito trastorno. Así que voy a intentar dormir.

Son las 5. Mañana igual no me acuerdo de nada pero ya está escrito.

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