-¡Papá vete, vete por favor! ¡Mira lo que has hecho! ¡Ayuda! ¡Ayuda!

No pude hacer nada. No pude hacer nada. Nada…

Todo pasó en un lapso corto, pero con un desgarro profundo y eterno. Mi planificación de la huida empezó aquí. A mis 12 años de edad, planeaba “mi viaje” inconscientemente.

Estoy en Bogotá, Colombia, tengo 21 años. El viento de nuevos aires me alivia, el eje cafetero me espera para caminar por sus sendas. Viajo, viajo pero no soy un turista, viajo para quedarme, aunque sea temporal.

“Siempre me acompaña mi cuaderno y mi pluma, siempre bailo un poco entre versos y porque me gusta recordar. Me gusta recordar el danzón y lo plasmo solo para volver a sonreír o llorar”.

Esto es hermoso, es un paraíso, quiero quedarme aquí, la vida es más bella, la vida es más bella aquí, lejos de casa, lejos de aquello. Ya no lo recuerdo, puedo sonreír otra vez. Que playas más bellas, que hermoso es aquí en Colombia, como dicen ellos ¡Que bacano!

“No se puede vivir huyendo, pero si viajando y eso es otro estado mental”.

Mi madre me llama para saber cómo estoy, desde aquel día ya no puedo hablar con ella sin pelear (No la defendí, no pude hacer nada ¿Estará ella enojada conmigo porque no hice nada para detenerlo?). Ya pasaron muchos años desde aquello, pero en fin… este viaje es para olvidar, para encontrar, para descubrir, para encontrar, para descubrirme y encontrarme a mí.

“Con los viajes uno se va dando cuenta, uno entiende y se auto-respeta un poco más, porque busca la armonía con el universo, con la naturaleza y toda criatura viviente y uno siente más”.

Ya pasaron 6 meses, tengo que regresar a casa. Gracias Colombia, te dejo físicamente pero mentalmente estoy allá para siempre, el amor regresa a mi vida, tiene nombre y nacionalidad, lo amo. Yo regreso a mi país y el al suyo, nos separan 10,000 km de distancia y un océano atlántico.

“Tú nunca vas a morir mi amor. Mientras esta hoja de papel vuele perdida o encontrada, recorriendo las miradas, bailando flotante al son de los vientos, mientras algún extraño encuentre estos versos. Tú nunca vas a morir mi amor. Amor mío. Porque a través de mis letras la inmortalidad te busca y te encuentra para llevarte fortuitamente al ocaso de un poema dedicado a cualquier desconocido”.

Regrese a casa, pero me siento perdida, mi casa ya no es mi casa, mi cama ya no es mi cama. Mis amigos me parecen aburridos.

¿Mi madre me querrá mas ahora? Soy tan infantil. Mi pasado me atormenta más que nunca, regresar a la escuela y al mismo círculo es una tortura, no me puedo readaptar. ¿Dónde está mi cuaderno y mi pluma? Escribo. Te extraño Corentin Lelong.

¿Qué sucede? Es peor, todo es peor, quiero regresar a Colombia o quiero ir a donde sea, quiero vivir viajando. No me recupere nunca, no lo supere nunca.

“No me gusta escribir con un orden o con una referencia aprobada por quien sabe quién, me gusta escribir en desorden, así como mi cabello despeinado y mi vida. Y porque hay cosas que no tienen anticipación porque son libres de ser, así como yo, que un día estoy aquí y al otro me monto en un avión para ir quien sabe a dónde”.

Me voy a Francia avec mon amour. Otra vez te abandono madre, perdóname, perdóname, yo sé que encontraste el amor otra vez, los golpes en tu rostro sanaron, incluso lo has perdonado todo. Menos a mí. A mí no me perdonas aunque no me los digas, yo lo sé.

Me fui lejos otra vez y sé que posiblemente voy a regresar para irme otra vez o solo para saludar. Planeo recorrer varios países, dejando un pedazo de aquel recuerdo que me atormenta hasta hoy, no sé si es huir, no sé si el plan va a funcionar y por fin voy a superar aquel día, pero no me puedo quedar donde paso aquello, que aún recuerdo en mi cabeza como una escena que se repite y que no logro borrar.

“¿A dónde pertenezco?..”

El pasado toca a mi puerta de nuevo…

La mire tendida en el piso, inconsciente, sangrando. Mi padre, al que nunca había escuchado decir una grosería, se había vuelto loco. Ese día, esa tarde, golpeo mi corazón, mi calma, golpeo fuerte muy fuerte el amor que le tenía. Golpeo a mi madre, quien yacía tirada en el piso. Yo tenía apenas 12 años.

Y yo no pude hacer nada. No pude hacer nada.

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