Apenas teníamos 16 años, habían sido demasiadas las hormonas que se habían disputado este, ese o aquel lugar en nuestro cuerpo ¡y hasta habían confundido valores, razones y sentimientos! Tanta era la catástrofe que se avecinaba por ese único detalle de la inconsciencia, que al final habíamos fabricado un parche en forma de viaje para poder resolver…un gran conflicto.

Voy a relatar, como se inició el problema…situándome en el tiempo fue en los años 80 y ubicándome en el lugar, Valencia. En cuanto a nuestra historia personal era tan complicada como comprensible, habíamos conocido a unos chicos alemanes guapísimos que vivían en la calle y sobre un escenario de libertad; nosotras por el contrario estudiábamos en un colegio de monjas y queríamos y estábamos disponibles «para conocer» y para probar, y por ende ahí comenzó el lío.

Un día recuerdo que comimos en el río con todo lo que previamente nos habían dado en el mercado municipal, por supuesto no íbamos con el uniforme, con ellos los alemanes, parecíamos hippies con ropa del mercadillo y con remiendos de ropa de tienda, yo pasé un gran apuro cuando me sobrevino el asco ante esa supuesta suculenta comida ¡y es que se cocía todo tipo de productos sin orden ni concierto y en un cazo rescatado de un contenedor de basura! En fin salí ilesa, o eso creí yo, de esa prueba de mendicidad y seguimos viviendo mi amiga y yo esa personal y única aventura.

Los horarios de entrada y salida de nuestro hogar convencional, eran respetados más o menos, así que este encuentro se continuó algo más en el tiempo sin ninguna novedad. Bueno sí…nos percatamos que eran nómadas, que en otoño marchaban al sur con clima más cálido. Y esperamos sin ansiedad hasta la primavera siguiente que volvieran, la cita sin tenerla fijada sería en la plaza la Virgen y como es de suponer aparecimos igual de » inconformistas» del sistema, y con un año más: 17. De repente, cambió algo el escenario, los años 80 se alargaron y habían intenciones coherentes o pruebas sobre nuestra implicación vital hacia la rebeldía. Pero no la asumimos aunque ella, la tercera en concordia, sí.

Me explicaré, a María y a mí, primeras protagonistas de la historia, se nos unió Mamen que no pudo abarcar tanta sucesión de contradicciones que así por las buenas y acercándose nuevamente el otoño, decidió…marcharse y vivir esa otra realidad que nosotras reconocíamos como si de un filme se tratara. Y ella no, claro.

Y ahora viene la antesala del viaje. La madre de Mamen, llamó a la madre de María y le puso en antecedentes después de pedir ayuda para encontrar el paradero de su hija. Teníamos un Máster en » teatro adolescente» y acabamos convenciendo a la madre de mi amiga María que ese contacto con esos chicos era poco menos que caritativo y que a parte de facilitarles comida, les habíamos enseñado «algo de español». Luego casualmente Mamen les había conocido y ¡se había enamorado de uno de ellos! De ahí su huida inocente, más o menos quedaron convencidos esos progenitores ingenuos y preparamos el que iba a ser un corto viaje. Primero tuvimos que enterarnos donde estaba nuestra amiga y gracias a que algunas cigüeñas alemanas no emigraron, supimos que el amante de Mamen estaba con otros tres, en la cárcel de Alicante y…allí dispusimos ir, no teníamos otra manera para establecer contacto con Mamen. -«No habían hecho nada malo»- perjuramos ante los padres, la razón de su encarcelamiento era porque «los pobres no tenían papeles de identificación».

El hecho es que implicamos a Jesús padre, y con una empanada y con un bizcocho, pues no íbamos a ir con las manos vacías, nos fuimos hacia nuestro destino. El absurdo del trayecto nos daba la risa y más de una vez se nos riño en el coche, imaginábamos cómo nos desenvolveríamos, la cara de extrañeza al vernos, de esos chicos que no sabían bien quienes eramos, en realidad unas «niñas pijas» con necesidad y con miedo de ser lo que no aparentábamos en absoluto, ni Mamen siquiera que todo el ensueño se le hizo grande. Ah! y también venía la madre de Mamen que no hacía más que mirarme mal a mí, como la posible inductora del entuerto. Menos mal que ella se sentó al lado del conductor y Carola al lado nuestro para seguir protegiéndonos ¡Fue siempre una gran madraza! La madre de Mamen no hacía otra cosa que preguntar y preguntar y nosotras mentir y mentir antecediendo posibles dudas. No se si nos creían, ahora con el paso del tiempo, pienso que no.

Y llegamos…se trataba de un edificio blanco de vieja construcción, con ventanas y rejas, con una sala de entrada que tenía mensajes de falange de «Arriba España», que miedo, que yuyu…que nervios. Se nos quitaron las risas y sobre todo cuando nos avisaron que para entrar en hora de visita, faltaba una hora y media y además…teníamos que pasar por alguien cercano al solicitado.

Carola improvisó y nos llevó a todos a tomar un refresco, por supuesto Jesús conduciendo y recibiendo ordenes con sumisión, yo creo ahora que casi nos sonreía con algo de pena. En la terraza del bar, se urdió el plan, nos pasaríamos por novias -» Pero sin beso en la boca ¿eh chicas?»- Quedamos conformes y en nuestro interior interiorizamos que «todo esto sí nos serviría de lección».

Lo que pasó luego se resume en que se pusieron muy contentos, que hubo «pico», que no nos dejaron pasar el bizcocho, que nos dieron información de donde estaba Mamen: en Portugal y que conseguimos una dirección . Siguió que en el coche no volvimos alegres, que hacía mucho calor…¿Se aprovecharía la información? Seguro que sí. Nosotras no volvimos a pasar por la Plaza la Virgen buscando lo que ya sabíamos que no queríamos y a Mamen la vimos después de tres años con un niño rubio y con una «mirada de mayor».

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