Antes de empezar, voy a presentarme, así me conoceréis mejor. Mi nombre es Pímpolo y soy un calcetín, pero no un calcetín cualquiera, mis hilos están confeccionados con tejidos importados de tierras indias, allí mis antepasados eran aristócratas, y su ocupación consistía en abrigar los pies apestosos del rey Farumet. Hasta aquí todo bien, el problema vino cuando yo, descendiente de dicha jerarquía, debía asumir el papel de prenda de alta costura, como lo hizo mi hermano gemelo, un tipo resuelto y elegante donde los haya. Pero eso para mí no era nada interesante, por eso decidí emprender un largo viaje.
Un día, antes de empezar mi aventura, se me pasó por la cabeza la idea de desprenderme de los dedos, por lo menos sería un famoso calentador, siempre rodeado de bailarinas, de música y deporte. Iría de aquí para allá, pero pensé que sería demasiado duro, ya que tendría que aguantar mucha presión y el equilibrio y dar miles de vueltas, así que como soy realista y un poco patoso renuncié a la idea y decidí pasar a la acción. Aproveché la brisa de la mañana y me solté de la dichosa pinza que me aplastaba la nariz. Rodé y rodé hasta caer en el lomo de un sapo turulato que cantaba sin parar:
- “Croak, croak, croak. I was born in the jungle”.
- ¿Naciste en la jungla, que interesante?
- Pero si yo no sé inglés
El caso es que lo entendía perfectamente, debe ser mi casta pija la que me permite hablar este y otros idiomas.
El sapo saltaba y saltaba y saltaba y volvía a saltar, hasta que de repente llegamos a un lugar precioso. Era un jardín, donde en las cuerdas del tendedero (lugar en el que siempre me fijo por deformación profesional) ondeaban unas medias de altura. Eran las medias más elegantes que había conocido nunca. También eran gemelas y tenían dos carreras.
Ellas nos acogieron y me invitaron a un baño para prendas delicadas, con burbujas y suavizante, pero sin centrifugado. Les expliqué mi hazaña y les comenté que quería seguir viajando hasta encontrar mi verdadero destino. Entonces me hablaron de Mery, quien cuidaba con esmero de las medias y de otras muchas prendas.
Mery tiene unos pies de escándalo, os lo dice un experto en ellos, sin callos ni durezas, en fin, que con ella quizás yo también sería feliz.
Pero claro, sin mi hermano… ¿Para qué iba a querer Mery un solo calcetín?
Después de mucho meditar y convencido de que tendría que irme, las chicas tuvieron una idea magnífica.
Cogieron unas tijeras, aguja e hilo y con mucho cuidado, un corte por aquí, otro por allá, unas puntaditas por arriba y otras por abajo, terminé siendo la envidia de todo calcetín maloliente.
¿A que no sabéis en qué me convirtieron? Pues en una práctica y moderna funda
de móvil, con cierre de seguridad incluido.
¡No sabéis lo que ha cambiado mi vida! Ahora me siento útil y a gusto con mi nuevo trabajo.
Además, Mery está encantada conmigo, no hay un momento del día en el que no me tenga a su lado y con el señor Nokio (el móvil) me llevo de maravilla. ¡Qué suavidad y delicadeza! Claro que ahora que no nos oye, os diré que es un poco pesado, siempre con sus melodías y mensajes y cuando le da por vibrar ya ni os cuento pero, desde luego, ha merecido la pena el cambio. Ahora me siento feliz.
Aunque lo mejor de todo no fue únicamente llegar a ser una funda de móvil, sino el haber podido ayudar a todos mis amigos, igual que ellos me ayudaron a mí
Por eso no perdáis el hilo del siguiente capítulo, donde encontrareis la fantástica historia de Jambo;
¿Que quién es Jambo?, seguir con atención la lectura de nuestra aventura en Africa, y lo conoceréis, así podréis entender que a veces las cosas no son lo que parecen.
Un calcetín cualquiera
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