EL RIO SENA NO SIEMPRE ES TAN ROMÁNTICO COMO SE SUELE PENSAR Y TAMPOCO “DORMIR” EN UNA BANCA DE LA TORRE DE SAINT JAQUES.
A esa pareja de jóvenes siempre le dijeron que la Ciudad de París había que recorrerla dos veces, una de día y otra de noche, porque de hecho es totalmente distinta. Se transforma ya no solo en su estética, sino en su comportamiento y espíritu. Cumpliendo religiosa y escrupulosamente tal consejo se dio a la tarea de tomar el paseo nocturno del Bateaux Mouches, ambos coincidían en señalar que la magia nocturna es muy superior a la diurna. Los promocionales señalan como puntos principales la Plaza Vendome, la Ópera Garnier, el Panteón, los Jardines de Luxemburgo, la Plaza de la Concordia, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, Los Inválidos y la Torre Eiffel, Notre Dame y, no podía faltar, ¡el Museo del Louvre! Aquél collage de estilos arquitectónicos distintos y en no pocos casos absolutamente contrapuestos que forman una mezcla maravillosamente ecléctica. Absortos en aquél espléndido paseo habían dejado ya atrás la amarga experiencia sufrida hacía ya cinco días, cuando llegaron a La Ciudad Luz, a eso de las 4.30 de la tarde, hora local, en un vuelo de Air France provieniente de la Ciudad de México. Se dirigieron al pequeño hotel en donde habían hecho las debidas reservaciones y se encontraron con que por un mal cálculo de cambio de horarios su cuarto no les sería entregado sino hasta las once de la mañana del día siguiente.
¿CÓMO ENCONTRAR HOTEL, EN UN PAÍS DESCONOCIDO CARGANDO CUARENTA KILOS DE EQUIPAJE?
Cargados con, al parecer poco más de cuarenta kilos de equipaje, entre sus ropas y regalos para la familia en Ascain, ese bellísimo y muy turístico pueblecito vasco francés, ubicado a tan solo seis kilómetros de la frontera con España que fue la cuna de su muy querido abuelito materno. Se cansaron de recorrer los alrededores en busca de algún alojamiento temporal que nunca encontraron y en el colmo del agotamiento optaron por “acomodarse” en una fría y áspera banca del parquecito que circunda a la Torre de Saint Jaques, con un frío de los mil demonios, unos aironazos tremendos y un harapiento borrachito que, con voz y aliento aguardientosos de cuando en cuando se les acercaba con su inseparable botellita sobaquera para decirles vaya usted a saber qué diablos. Porque entre que ellos no hablaban ni comprendían el francés y aquél no podía pronunciar ni su nombre pues la comunicación y el entendimiento como que se dificultaban un poco, aunque al parecer, por la forma en la que estiraba el brazo con su pequeña licorera de vidrio pretendía, haciendo gala de generosidad y hospitalidad, ofrecerles a esos jovenzuelos turistas un trago de su alipús para “ayudarlos” a soportar el mal clima y la eterna noche.
¡VAYA MALA PATA DEL FALLIDO SUICIDA! TRAS DE CAÍDO, GOLPEADO, OTRA VEZ CAÍDO, GOLPEADO Y EMPAPADO PARA TERMINAR RESCATADO Y APALEADO POR LA POLICÍA.
Pero todo eso ya había quedado atrás, estaban cómodamente alojados en el Hotel De Nice, a unos pasos de la mencionada torre y del metro. A las siete de la mañana, debidamente bañados y arreglados, ya habían tomado su petit déjeuner para salir a patearse la ciudad entera y no regresar sino hasta pasadas las once u once y media de la noche. Contemplaban, gracias al techo acristalado de aquél barquito, el magnífico Puente Alejando III, completamente ajenos a lo que ocurriría en breves instantes. Un fuerte golpe asustó a todos los pasajeros y tripulación, un hombre se había lanzado desde el puente en cuestión esperando que las propelas de la pequeña nave lo destrozaran, pero con tan mala puntería y suerte que cayó sobre el techo dándose tremendo costalazo para luego caer al gélido río con el consecuente golpe adicional y para acabarla de fastidiar, prácticamente de inmediato llegaron dos lanchas motor fuera de borda de la policía y lo treparon moliéndole hasta el último de los huesos a base de macanazos mientras le gritaban un montón de insultos en francés. Al parecer muchos suicidas consideraban muy romántico arrojarse al Sena, y muy especialmente del mencionado puente. Unos días después, la bella y muy activa jamaiquina que les servía el desayuno y hacía la recámara les comentó que al pobre hombre lo habían tenido que hospitalizar porque la policía, en su oportuno, y sobre todo nobilísimo gesto de rescate, le quebró media docena de huesos a macanazo limpio. ¡Tuvo suerte de que los restantes doscientos quedaran enteros !
AFORTUNADAMENTE LA POLICÍA FRANCESA SE CANSÓ DE TANTO RECATE Y MACANAZO (¡QUIZÁ SE LES ENTUMIERON LOS BRAZOS!).
Tal vez por eso ahora los han equipado con rejas y candados cortándoles la inspiración a esos pobres diablos y sus frustrados espíritus cargados de romanticismo. Les presentó la fotografía del periódico, estaba casi irreconocible pero por el maltrecho frack, por los jaloneos de los policías. Se percataron de que era el mismo hombre que habían encontrado a las afueras del metro Louvre tocando con singular maestría y un punteo espectacular, La Romanza Anónima con una fina guitarra española (doce cuerdas) pidiendo, lastimosa y dolorosamente, aunque eso sí, con beatífica y estoica, sonrisa, una limosna.
¿CUÁL HABRÁ SIDO EL DETONANTE PARA TAN TERRIBLE DECISIÓN?
¿Será que un músico de alta escuela se vio obligado y humillado a pedir limosna a las afueras de una estación del metro de París, ciudad pletórica de arte, cultura, glamour y turismo ? ¿Alguna decepción amorosa quizá ? ¿El conjunto de ambas cosas ? No se sabe, la chica del hotel, extrañada, comentó que la nota del periódico no hacía ninguna mención al respecto. Lo que si, es que la dulce pareja de ancianitos propietaria del hotelito juraba haberlo visto, como solista, un año antes, en un gran concierto, nada más, y nada menos que en El Palacio de la Ópera. Tres días después, visiblemente emocionados, les mostraron a los jóvenes, el lujoso promocional. FIN.
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