No quiero ser millonario

No quiero ser millonario

La necesidad agudiza el ingenio y vaya si lo agudiza. Además de mi sueldo de soldado, que para mantener una familia es bastante reducido, recuerdo haber recurrido a varios trabajos como reparador de palets, instalador de cortinas y estores. Incluso la madre de mis hijos estuvo trabajando de profesora de inglés en una academia además de , cómo no, de militar como yo.

Sin embargo yo no estaba conforme. Siempre tuve el gusanillo de trabajar por mi cuenta, de buscarme yo las habichuelas aunque en casa me lo pusieron difícil.

Primero lo intenté con el mundo de la cultura. Tuve la oportunidad de organizar la presentación literaria de mi exmujer, escribía poesía desde joven y la ayudé a publicar su primer libro:»Café con leche, porfavor». A escondidas porque según ella la gente se reía de mi y no servía para nada pero cuando ya estaba montado todo la solté el resultado de la preparación. Finalmente unas cien personas asistieron y vendimos unos 30 libros. Fue tan satisfactorio, fue tan fascinante que planeé una exposición cívico militar con escultores, pintores, aristas plásticos, conferencias. El día previo a la inauguración el mismo ayuntamiento de la Ciudad bloqueo la actividad. Me sentí profundamente dolorido y humillado aunque creo que la peor humillación fue llegar a casa y tener que escuchar los reproches. El siguiente intento de hacer algo por mi cuenta fue como distribuidor de una marca de cafés ecológicos. Me introdujo un antiguo compañero de seminario. Una empresa tipo Herbalife pero de cafés y tes. Me decía que era fácil ganar dinero siguiendo la metodología te podías hacer millonario y yo le decía «yo no quiero ser millonario» ya pero si ganas… Si te puedes comprar, si puedes viajar, si puedes atender a tus hijos… «Te digo que no quiero ser millonario».

Posiblemente era esa falta de ambición y también la presión de casa por lo que tampoco cuajó.

A medio camino pasó lo que tenía que pasar de la peor forma posible. Una denuncia de violencia de género, un año separado de los niños, vistas constantes el los tribunales. Ese año mi trabajo fue demostrar mi inocencia y ha sido mi mayor triunfo y no sólo eso además conseguir la custodia de los niños. Terminada esta desafortunada aventura me dediqué por completo al cuidado de los niños peroooo con mi sueldo, los gastos de abogados, la mínima pensión, la cosa no avanzaba pedía un préstamo para pagar otro. Apunté a mis pequeños a patinaje artístico y me empecé a involucrar con el club, ayudar lo que podía.

No teníamos patrocinador y todo el peso económico lo llevamos los padres y yo les dije que podíamos hacer unos mercadillos durante las exhibiciones para recaudar dinero ¿de qué? Pues de algo original que no se vea con frecuencia, algo que guste, que sea de consumo diario pero con algo identificativo propio pero a la vez algo que no llevara demasiado tiempo ¿Mi propuesta? un puesto de productos elaborados por monjas y monjes. Yo mismo lo atendería porque tenía los contactos y así empecé a hacer mercados en las competiciones luego empecé a organizar mercados en bares con la finalidad de ayudar al club, pero a mi todo eso me encantaba. Ya no tenía quien me reprochara o criticara y la gente quedaba contenta con el trabajo. De ahí me pasé a los mercados medievales ampliando la lista de productos y la lista de proveedores. Unos me iban bien, otros mejor y otros para pasar página.

En el cuartel un compañero ha entrado en Herbalife y me intenta convencer de que es el futuro que puedo ganar mucho dinero, hacerme rico, si vas cumpliendo objetivos te premian con un viaje para toda la familia a Canarias, luego a Miami luego y luego. Pero no se entera de que no quiero ser millonario, que no quiero trabajar viendo objetivos en las personas con las que me cruzo y lo más importante de todo no quiero ser millonario.

La Tienda del Monje es un negocio particular, pero no porque sea mío sino porque es peculiar, como peculiar me considero yo.

Con el proyecto ayudo a comunidades religiosas que viven de lo que producen. Dedicados a la oración y el trabajo desarrollan proyectos muchos de ellos increíbles, otros más sencillos: pastas, chocolates, mermeladas, leche, quesos, mieles, vinos, licores, tarjetas, rosarios, porcelanas, música, libros, jabones para piel, geles, champús, aceites y vinagres balsámicos, cremas, perfumes. Pero además en las tiendas de los monasterio encuentro productos locales sabrosos y me doy cuenta que un monasterio es una comunidad que revitaliza las zonas rurales y también las urbanas.

Claro también me ayuda a mi que soy el turco que negocia con el vendedor y con el comprador tratando de que ganemos los treso los cuatro. ¿Qué cuatro?

El cuarto beneficiado es el que apoyo con los proyectos solidarios.

Sin tener un año de vida ya estás Navidades he organizado una campaña solidaria para hacer regalos a niños del hospital de Burgos, una campaña modesta que recogió para hacer 6 regalos que entregamos a sus Majestades. Continúo ayudando al club de patinaje artístico y para ello dispongo de un par de cafeteras de las que la recaudación son en parte para ayudar y desde hace poco colaboro con dos proyectos solidarios. Uno busca rescatar a niños africanos de los padres que tratan de venderlos sin importar su destino ni su final. Acusan una pobreza tal que venden sus hijos al mejor postor: pederastas, traficantes de órganos, prostitución, niños soldados y este proyecto lanzado por una parroquia de Burgos los compra para llevarlos a un centro donde les dan la formación que sus padres no podrían y un futuro.

El segundo proyecto se trata de deporte. Un equipo femenino de fútbol formado por musulmanas, cristianas, judías… Ellas compiten en la liga profesional a la vez que son ayudadas en sus necesidades.

Pero la Tienda del Monje no se queda sólo aquí.

Hay más alegría en dar que en recibir.

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