Y estoy aquí de nuevo, sentada frente a mi escritorio, con mil notas por doquier. Todas de carácter urgente, ¡según mi jefe!

Sigo aquí, esperando que el olor del café matutino reviva mi mañana. Esperando para llevar la primera de sus 10 tazas de café del día a mi muy amargado y superficial jefe.

¿Hace cuanto que estoy aquí? ¿Cuándo deje mis sueños en el olvido? ¿Cuándo decidí que los sueños de otros eran mas importante que los míos?

Sigo aquí, esperanzada a encontrar una oportunidad nueva que me permita sobresalir y ser alguien en la vida.

Hace mucho que deje mis sueños atrás, para convertir los sueños de otro en realidad.

Hace mucho que me fui marchitando por dentro, con los sueños rotos y las esperanzas en el olvido. Y todo esto ¿Para qué? ¿Para no ser reconocida jamas por un ególatra? Al que nada le satisface, al que nada le parece, al que simplemente nada es suficiente, pues solo él puede salvar al mundo.

Sin embargo, sigo aquí. Con el autoestima por el suelo.

Es momento de cambiar, de tomar una decisión, de creer en mi, de saber que puedo, que mis sueños pueden ser hechos realidad como los de el ególatra al que le llevo su café todas las mañanas.

¿Pero qué digo? ¿Cuáles sueños? ¿Cuáles esperanzas? ¿Cuál confianza?

No podré….

¡No podré hacer esto!

¡No puedes! ¡No eres capaz! ¡Te aterra comenzar algo tu sola! Sabes que el mundo te comerá viva, y no faltara aquel que envidie tu atrevimiento.

Eso escuchas en tu mente, mientras caminas con la taza de café número uno del día de tu ególatra jefe.

Y así pasas la mañana, detrás de un escritorio con una pila de pendientes y un mundo de papeles por revisar.

Llega la tarde y sigues creyendo que lo mejor es quedarte callada y seguir con tu rutina laboral. Tienes un salario si no tan bien remunerado, al menos te permite sobrevivir y mantener un status medio.

El ególatra pasa el resto de la tarde en una reunión urgente con sus subordinados, dirigiendo una reunión donde todos los que hablan solo son él y nadie más… Harás esto, harás lo otro.. son las frases recurrentes de él.

Al fin, la hora de salida. Caminas al umbral con el deseo de llegar a casa, quitar tu sostén, tirar las zapatillas y caminar descalza directo a una copa y a tu vino favorito.

Siguen dentro de tu cabeza, miles de ideas, de sueños, de anhelos, mismos que debes alimentar para ti, para tener el valor de mandar todo al demonio y perseguir tus sueños.

Y por fin, en la penumbra de la noche, logras cerrar los ojos y hacer realidad todos esos sueños, donde al fin triunfas, donde al fin eres alguien, donde al fin haces lo que tanto amas y eres tú, eres libre, eres sincera y sobre todo, eres dueña de tus sueños.

Cuando al fin te sientes en la cúspide de tu sueños, despiertas y sabes que regresaras a la rutina de todos los días, a las 10 tazas de café y a seguir peleando con los demonios dentro de ti, que no te permiten alcanzar tus sueños.

Un día más….

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