Ay! Mi Luis Arnaldo, porqué demoraste tanto. Nuevo trabajo, más tu trabajo. Que voy a llegar tarde mi amor, que me esperes con la cena y andá a dormir. Estas cosas son las que van a terminar con nosotros…hasta que la muerte nos separe. Toco madera. Pobre, te entiendo, sos tan correcto y formal en tus cosas que se deben pelear por tenerte trabajando con ellos. Sos tan bueno. La insufrible del sexto que da al pulmón del edificio lo sabe muy bien, pero tiene sus días. O nos mira en el ascensor con la misma cara que su pekinés que lo dejan a uno en el titubeo de si hay que saludarla o hacerle caricias, que de seguro no le vendrían nada mal. O le cambia la vida el atrio, donde dirige la batuta farandulera a gritos después de misa. Nos saluda familiarmente, queda charlando formalismos de siempre, intenta averiguar más de la cuenta al vernos siempre juntos, lo niega mentalmente, la confundimos de seguro y juega a perderse de nuevo en el cacareo frívolo e insoportable, buscando los rostros conocidos y los largos apellidos. Loca! Y qué?. Si ella también suele llamarme así. Loca!

Ay! Arnaldo Luis, mi grandulón indefenso. De seguro piensas en mi…arte culinario. Debes estar agotado, despeinado, casi pidiendo que cualquiera te saque la corbata que aprieta, desprenda los botones lentamente de la camisa que siempre traes abotonada a los apurones, y un beso en el cuello, y otro y otro. Sacándote lentamente los zapatos, recostado en algún sillón o cama que encontraste en un tiempo libre. Aturdido de atender teléfonos, timbres taladrantes. Levantas las manos como asaltado por la ráfaga de ruidos, los olfateas, buscas culpables. Apagá la radio! esa música Tosca, sus notas de engaño y dudas nada menos, suficiente tengo con el nuevo trabajo. No sabía qué era lo que me estaba volviendo loco!.

Ay! Luigi, si pudiera saber a qué hora y de dónde vienes. Todo va a quedar servido en la mesa hasta el otro día. Como las migas del balcón, que quedaron intactas. No vinieron a comer hoy, adonde se habrán ido. Son así, cambian de nido y cambian de comida. Cosas de animales. Vamos eh, no te podés quejar. Yo siempre en casa como me lo pedís. Sabes, hoy me di cuenta que tenés razón, es una zoncera mía la de querer ocuparme con distracciones de un trabajo, ayudar gente con esos tés lúdicos o de llamar a las chicas para ir de compras. El mercadito ya me consume toda la mañana. Por favor! Que caras…que están! Le digo a la del sexto cuando me la encuentro revolviendo frutas. Me rio para mis adentros. Las tarde me encuentran lavando tus trajes controlando casi inquisitivamente que en los bolsillos no te hayan quedado cachivaches y otros chirimbolos, como los inentendibles boletos de trenes a zona sur que últimamente traen consigo, me trancan el resumidero. Paso las tardes con el plomero mientras vos Arnald trabajás. Agotados. Mis horas encerradas, pasan fregando las camisas percudidas a perfume barato que no sé de dónde sacaste, imagino de la Rue Bellevue. Es horrible, llega hecho vinagre al final del día. Me hace doler la cabeza de pensarlo. En realidad me duele todo el cuerpo, será por las bolsas de compras. O por tus caricias…yo las entiendo, volvés cansado y soy una persona distraída. Los baños calientes y las cremas me ayudan con las manchas nocturnas y violáceas.

Ay! Luisito Arnaldito. Sabes que yo te amo mi amo. Por eso pensaba hacerte esta noche, el pollo que tanto te gusta. Esas cosas no? Los venden vivos en el mercado. No te imaginás la felicidad que me da verlo atado, mirándome con ternura, pegándole golpecitos en la cabecita iguales a los tuyos amor. Cerrar sobre él mis manos y girarle el cuellito despacito hasta sentirle el gangueo final, tal como lo haces tú. Queda tieso para la hoya, así fresquito, agotado. Indefenso luego del aleteo de todo el día. Con el filo cortar su vientre desbordado de humores y líquidos alcohólicos, ayudándome con las manos y dientes para desgarrarlo en partes. Martillarlo con golpes secos, uno y otro y otro. Lavarte, sacarte ese olor avinagrado que traes de quien sabe dónde.

– Enrique! Sabes que cocinarme para esta noche? Estoy cansado y tengo hambre!.

– Si mi Luis Arnaldo, estuve todo el día pensando en ello.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS