No paraba de llorar

No paraba de llorar

Emilio Machado

19/05/2017

Sshhhh!!!!.

Observo hacia arriba y los costados. Siento un gran mareo y la constante puntada en mi sien no ayuda mucho, parece que alguien estuviera clavando clavitos en mi cerebro, constantemente, incesantemente, enérgicamente. Me suda la frente, la cual seco con la manga de mi buzo, totalmente roído por el tiempo y la mugre. Bajo mi mirada hacia el piso.

«Por qué ésta maldita mancha no se va?».

El recuerdo de su hijo lo atormenta una vez más. Quizá de haberlo criado de otra manera no hubiera terminado así, pero fue problema de la madre, ella tenía la culpa, ella no encontró nunca la manera de llevarlo por el buen camino. Borracha, drogadicta… puta!!! Maldita la hora que sus ojos color verde se posaron en mi ser, maldigo el momento en que sus curvas me cautivaron de tal forma hasta el punto del éxtasis, miserable el momento en que su boca de miel enamoró mi corazón. Ése maldito niño tuvo la culpa, no paraba de llorar!!!

Sshhh, cállate maldita infeliz!!!!.

Refriego, refriego, refriego… No sale. Miro mi hermosa habitación con paredes de colores varios; mi cama con la colcha tejida a mano por mi abuela, manta acuadrillé de vivos tonos azules, verdes y amarillos; esas almohadas grandes y gordas, producto de las plumas en su interior, el sol entrando por la ventana; flores violetas y amarillas en una taza de cerámica; la estufa a leña en el cuarto y el crepitar de sus leños invitan al mejor de los placeres… una tibieza casi envidiable para cualquier ser humano… Soy feliz!!!

«Pero ésta estúpida mancha no se quita, sigue tan roja como cuando apareció».

Pruebo con la mano izquierda, mis dedos de la mano derecha están totalmente destrozados, la desesperación por quitar esa mancha me ha desgarrado las uñas y la piel. Mi vista se fija en un punto distante mientras froto el piso, manifestándose en cualquier punto. Me dejo llevar. Llego a mi hogar, me saco el uniforme, fue un día agotador, huelo el aroma a comida casera. Mi mente recuerda sonrisas, césped, brisa, juegos… mentiras, engaños… sangre. No paraba de llorar!!!

Si no te callas te voy a matar maldita sea!!! No me importa lo que me digas, desaparece, ándate!!!

Yo no fui, yo no fui… No fue mi culpa, esa maldita perra no hizo nada, tendría que haberlo alimentado, o hacerlo dormir, o haberlo cambiado, pero no lo hizo. Fue su culpa!!! No tuve más remedio, su llanto taladraba mi mente!!!

Sigo sentado en mi rincón, entre 2 paredes, contra el frío suelo, mis nalgas desnudas se congelan. Lo único que tengo puesto es mi buzo, mi descolorido y mugriento buzo, el cual uso para limpiar mi sudor de la frente. Las venas en mi cuello explotan, mis ojos lloran, mis labios cuartados sangran, el pelo alborotado por causa de la suciedad cae ante mis ojos, lo quito. Estoy cansado, mi cabeza esta a punto de explotar, palpita mi corazón.

«Y esta maldita mancha no sale».

No tengo uñas, solo restos de carne viva, despellejada, dedos maltrechos.

Por qué me siguen hablando? Les pedí silencio!!!

Detrás de la puerta se escuchan voces aisladas: Paciente número 43, diagnóstico esquizofrenia paranoide o «dementia praecox», producida por pico de estrés laboral. Mató a su esposa y bebé de 7 meses con su arma de reglamento. Lo encontraron limpiado la escena del crimen con un buzo de manga larga, repitiendo la frase «no paraba de llorar, no paraba de llorar». Tratamiento con micro narcosis, sedantes como haloperidol y tioridazina 200 mg cada 6 horas, más terapia de electroshock. Duración… Indefinida.

La habitación se volvió blanca. Cama común, con almohadas comunes, blancas… Ventana con barrotes, oscuridad, sin sol. Frío. Suelo limpio, sin manchas.

Cállate por mil demonios!!! Tienes que mantener tu boca cerrada!!! No fue mi culpa, no tuve más remedio!!! No paraba de llorar, no paraba de llorar, no paraba de llorar…».

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