Benjamín es un tipo común y corriente, de contextura delgada y altura media. Bordea los veinte y cinco años de edad. Su mirada pasiva y sin ningún atisbo de ansiedad ni preocupación inquieta en cierto modo. No utiliza reloj, y el paso del tiempo carece de significado e importancia para él. En su rostro pálido y delgado resaltan grandes ojos azules los cuales matizan a la perfección con su cabello largo y rubio.
Lleva puesto una camisa blanca, y sobre ella un chaleco sin mangas de color café tipo vaquero, los cuales hacen perfecta combinación con unos jeans desteñidos y gastados por el excesivo uso, y cuya larga vasta deja entrever solo parte de unas zapatillas rojas de lona sin amarrar.
Un anillo de plata en su dedo meñique y una pulsera con una inscripción en la cual se aprecia escrito “Don’t Worry be Happy”. Le dan algo de frivolidad a ese cuerpo que parece no incomodar el hallarse literalmente echado sobre una silla con ambas piernas sobre el escritorio, sin hacer absolutamente nada.
Benjamín trabaja para una corporación tecnológica de sistemas de redes digitales con sucursales a nivel mundial. Se desempeña como operador TIC, quiere decir que utiliza las tecnologías de la información y la comunicación para la venta y servicios de productos de diferentes variedades. Que van desde un microchip hasta una central completa de servidores.
Esta modalidad llamada “Teletrabajo”, no requiere mucho esfuerzo físico ni mental. Ya que este sistema al realizarlo desde su hogar, le permite a Benjamín desestresarse de una rutina diaria y un horario fijo. Permitiendo vagar más de lo necesario sin que nadie lo controle. Salvo Don Belasio, su jefe directo, quien quincenalmente vía teleconferencia lo increpaba si el porcentaje de ventas y ganancias definidas por la compañía, no cumplen el nivel mínimo aceptable.
Don Belasio es un tipo bastante particular. De atributos físicos poco agraciados, da la sensación de estar frente a un pequeño Buda. Su contextura es obesa y de baja estatura. Tiene orejas grandes y es completamente calvo. La cara pequeña y redonda carente de cuello, complementa perfectamente con una sonrisa cínica y constante y cuyos ojos achinados parecen estar siempre alegres. De brazos cortos y manos pequeñas con llamativos anillos de oro. Da cuenta de ser un tipo que no escatima dinero en joyería ni en ropa. Ya que una finísima camisa de seda color blanco y una corbata roja con leves trazos negros, demostraba su gran preocupación por el buen vestir.
Aquella tarde no era como cualquier otra. La lluvia y el viento azotaban de manera indiscriminada la metrópolis. Una leve baja en la tensión eléctrica hacía peligrar todo tipo de conexión a la red, tanto de teléfonos móviles siempre dependientes de un servidor central, como de una simple ampolleta en un cuarto vacío. La luz parpadeo una vez y Benjamín miro instintivamente hacia el techo. Volvió a posar sus ojos sobre el monitor y la luz parpadeó por segunda vez.
Don Belasio en ese mismo instante también frente a su monitor, contemplaba iracundo las cifras para nada alentadoras que arrojaban los balances del mes anterior. Benjamín hacía ya un par de cierres que no lograba cumplir con las expectantes metas impuestas por este, que incluso superaban los cánones de la misma compañía. Dada las circunstancias, el tener a Benjamín como empleado ya no era rentable, y tendría que ser reemplazado por otro individuo que remontara las bajas.
Basto solo un clic, y el programa de tele conferencia genero la vídeo llamada que daría por concluido el acuerdo entre empleado y empleador. Solo un trámite más, reflexiono don Belasio.
Al otro extremo de la línea, una llamada entrante saco del letargo en el cual se encontraba Benjamín. Y en el mismo instante que apareció en el monitor el rostro ofuscado de Don Belasio. Un gran estruendo remeció la ciudad. Las luces se apagaron y todo quedo en penumbras.
Benjamín quedo pensativo algunos minutos, y reflexiono para sus adentros. Estaba decidido, mañana presentaría su renuncia, “tal vez sea bueno mojarse un poco”.
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