Y aquí estoy yo, detrás del mostrador , toda mona con mi uniforme, mi pelo estirado y mi maquillaje. Aguantando, con una sonrisa estoica en los labios, las caras de indignación de los clientes.

Como si yo tuviera la culpa de que, al parecer, ni Papá Noel ni los Reyes sepan o se molesten en leer sus cartas…

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