El paciente que nunca lo fue

El paciente que nunca lo fue

EL PACIENTE QUE NO LO FUE

Durante unos años de mi vida laboral fui auditor. Esa especialidad en mi oficio de economista , me obligaba a visitar empresas y comprobar el estado de sus instalaciones, su conservación y su óptimo funcionamiento.

Se trataba de verificar que la máquina que debía hacer un trabajo, existía en realidad y , además, lo realizaba correctamente, y servía para lo que fue instalada.

Los lugares que un auditor visita son variopintos y abarcan todo lo imaginable. Un profesional puede verificar tanto que un tanque que debe almacenar cerveza está en su lugar y realmente almacena cerveza, como que una línea eléctrica surca el cielo efectivamente, entre los postes que, previsiblemente, la han de sujetar.

Una vez, con ese fin, visite un gran hospital de mi ciudad.

Entre las especializadas máquinas que deben existir y estar en correcto funcionamiento, para Resonancias Magnéticas, Rayos X, Bombas de Hidrógeno y demás , disponía ese hospital de un extraño artilugio, muy moderno, revolucionario en lo suyo y muy valioso, que me tocó conocer y reconocer. El elemento en cuestión era muy parecido a un sillón. Un gran sillón, que servía para determinar el trabajo de las neuronas y sus diferente s conexiones psíquicas en la masa cerebral, así como elaborar el diagnostico de la disfunciones detectadas en el paciente que allí se analizaba.

Ese sillón, a modo de gran trono espacial, era cómodo en su esencia, disponía de brazos acolchados en piel del mismo modo que su asiento y respaldo , y se encontraba enfrentado a una gran pantalla como de televisión, en la que unas lucecitas de colores, verdes, rojas y amarillas se encendían y apagaban de una manera intermitente y todos a la vez. De esas profusión de luces al mismo ritmo no parecía, a simple vista – sin ser yo especialista en la materia – que se pudiera desprender información alguna. Todo parpadeaba a modo de un cochecito de feria, pero el aparato en sí no parecía estar en estado de uso inmediato. De hecho su aspecto era de estar en completo desuso.

De la parte que quedaba colgada sobre el sillón, a la altura de donde debía situarse la cabeza del paciente a visitar, colgaban unos cables también de diferentes colores. Azul, amarillo, verde, blanco y rojo. Cada uno acababa en un enchufe de una sola clavija, pequeña como las de los auriculares musicales. La clavija en cuestión era la que viene en llamarse “ macho”, o sea la que no tiene orificio sino la que será enchufada a otra que si lo llevará y con la que encajará.

Al preguntar yo por aquella especie de melena multicolor colgante sobre el sillón se me dio la explicación que vengo a relatar.

¬En una ocasión- me relató una eficiente y especializada enfermera, no muy joven – hace unos años , un paciente se sentó en este sillón dispuesto a ser examinado de su problema cerebral. Al paciente se le debía colocar un casco de cuero amoldable a su cabeza, que disponía de unas terminaciones filamentosas de cables de colores , también azul, amarillo, verde ,blanco y rojo. Las terminaciones de esos cables eran clavijas de las que vienen en llamarse ” hembras”, ¬ me aclaró¬ esto es; dispuestas de un orificio para ser enchufadas a sus homólogas llamadas “macho”.

Asentí interesado, dando a entender que todo estaba claro hasta ese momento.

¬Una vez adaptado el casco a la cabeza del visitado ¬ siguió explicando la enfermera, muy profesionalmente ¬ se le informó de las maravillas que realizaría ese gran artilugio en su diagnóstico. También se le avisó de los posibles zumbidos que podría oír, pero que a los mismos, no debía prestar atención ni preocupación alguna.

Parece ser que el casco desprendía algo de calor y también de olor a cuero tostado, y de eso también se le avisó, para que no se alarmara en el proceso de análisis. Al instante el paciente se ve que empezó a poner cierta cara de sorpresa y palideció algo cuando se le informó de que él era el primer usuario de la máquina en cuestión, recién adquirida, e instalada precisamente el día anterior, por una prestigiosa firma alemana de material quirúrgico de alta precisión ,HHC – Househospital-Germany-Corporation-

Lo que siguió a continuación tuvo lugar con una gran rapidez y casi no permitió la reacción coherente de las tres enfermeras , que manipulaban el sillón . Se ve que las instrucciones que se dictaban las chicas entre sí y que el sufrido paciente escuchó fueron:

¬Mari, ahora se conecta el cable verde del casco con el azul de arriba y el amarillo con el blanco.

¬No, no ,Carmen. No era así. Era el verde con el blanco y el azul con el rojo.

¬No mujer. Recuerdo perfectamente el grupo de colores; verde con azul y amarillo con blanco.

¬Carmen, por Dios, el verde con el blanco, y el azul con el rojo. Lo tengo clarísimo porque en el cursillo…

Por lo visto es ese momento el paciente dejó de serlo, empezó a sudar con profusión, le ardieron las neuronas de terror y, antes de ser enchufado algún cable sobre su cabeza, saltó del gran sillón y de un brinco cogió su americana y salió como volando de aquella habitación, recorriendo los pasillos del hospital, con el casco puesto y la ensortijada melena de colores sobre sus hombros , mientras gritaba algo así como

¬ ¡¡¡Asesinos, salvajes, criminales!!!

Dicen que cogió un taxi casi a la carrera y que, sentado en el asiento de detrás del mismo, aún con el casco puesto, repetía a gritos :

-¡¡ vámonos , vámonos, rápido!!. ¡¡asesinos, salvajes, criminales !!-

Me acabaron contando que nunca más recuperaron el carísimo casco, del que aún esperan la reposición por arte de HGC, ni vieron por allí, nunca más, al aterrorizado paciente.

Jmrc 2-03-2017

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