Un nuevo amanecer en otro pueblo fronterizo, esta vez subía una larga cuesta dirección al motel, siempre era una buena señal subir en vez de bajar, empezaba a salir el sol por su derecha, se paró en mitad de la calle, y giro sobre sí mismo buscando entre los carros y portales, tuvo que quitarse el sombrero y estirar el brazo al cruzarse con el sol para no deslumbrarse, que el sol estuviera a su derecha y que subiera una larga cuesta quería decir que dormiría en la parte alta, al norte de la ciudad. Todas las ciudades acumulaban la riqueza en la parte más alta, Si caminabas hacia abajo te dirigías al sur, era siempre igual, la desigualdad en cualquier lugar del mundo.
Norte y Sur. Los ricos dejaban caer su mierda y amontonaban la basura al final de la cuesta, donde no les llegara su hedor.
El azar le había sonreído esta noche, llevaba la bolsa llena y no tuvo que usar su revolver. Lo único que le preocupaba era como cada noche, Clara.
Ella pasaba las veladas de partida siempre sentada a su espalda, nunca se movía de ahí ni dejaba que nadie ocupara ese sitio. Sus sentidos ponían siempre alerta a Job, de un movimiento bajo la mesa o un gesto de manos hacia las armas.
Una vez acabada la partida, Clara salía a divertirse y no volvía hasta el amanecer.
Entonces vio a Clara a la carrera dirigiéndose hacia el y con cuatro Donjuanes persiguiéndola.
Clara se puso a su espalda y el saco su revolver, apuntándoles grito:
-Hijos de perra os mataré a los cuatro.
Los cuatro salieron disparados cada uno en una dirección, solo uno el más negro de ellos, se paró un momento para enseñar los dientes. La sola mirada del vaquero al apuntar le volvió hacer correr.
Entonces Job enfundó, se volvió a Clara y agachándose dejo que esta le lamiera la cara.
Sabes mi chica, si yo fuera un perro también me volvería loco por ti, tienes que ser menos zorra y más como tu madre.
Se levantó y dijo mirando al cielo.!
-Tu madre Clara, fue Salome una princesa Afgana!, la galga empezó a correr alrededor de el dando vueltas como una loca con esos giros de cadera que solo tienen los galgos afganos, y Job gritaba:
_ -Quien es mi chica? Quien me quiere más en este mundo???!!!!!!
Antes de acostarse tenía que pasar a ver a Chico, su otro compañero un precioso caballo Hispano Inglés blanco con crines negras.
_-Que tal amigo?
Chico movió la cabeza estirando el cuello en plan desacuerdo, no le gustaba nada estar encerrado, Job sabía que en este momento si se acercaba demasiado este le haría amago de morder, tenía mucho carácter, así que se acercó despacio y saco una manzana de su bolsillo.
Mientras se la daba a trocitos, Clara se hacía un sitio entre la paja.
Nadie parecía con ganas de madrugar, el día estaba nublado y gris, pero el jugador sabía que ya no seria bien recibido en los Salones del pueblo y lo mejor era partir pronto hacia otro lugar.
Los tres se pusieron en marcha, empezaba a llover y el camino era largo. Hacían un buen equipo de trabajo, Clara vigilaba, Chico les transportaba y Job les alimentaba, cada uno sabía su función, posiblemente les hubiera gustado otra cosa en sus vidas, Job siempre quiso ser un gran abogado como los del norte, con trajes caros y montado en un bonito coche de caballos, Clara tenia que haber sido la más bonita perra de un aren en Afganistán y Chico un campeón en el gran Derby del hipódromo de Palermo en su añorada Buenos Aires.
Bueno la sociedad es como un tablero de ajedrez, no valen solo reyes y reinas tiene que tener sus peones, alfiles, torres y caballos. Y aunque parezcan tener un valor real, cada partida como la vida les da una función, unos se sacrificaran para que otros vivan o malvivan.
Ellos estaban contentos con esta partida.
No había anochecido cuando llegaron a su próximo lugar de trabajo, otro pueblo más, con su estación de tren, sus cantinas, su herrería.
Chico perdido una herradura en el camino e hicieron hay su primera parada.
Job se bajó y lo puso a resguardo bajo un techo, le quito la silla y arnés, y se acercó al fuego de la fragua y calentó las manos, Clara ya había echado un ojo por todo el taller del herrero y acercándose le dio el visto bueno, este acarició el hocico y la perra se sentó también cerca del fuego para coger calor.
Clara no se separaría de su compañero Chico hasta que hubieran acabado el trabajo.
El jugador dejó cuatro monedas una por herradura, sabía que no tenía que preguntar el precio, pagaba bien y así podía exigir un buen trabajo.
Buscaría un lugar para dormir, conocía el salón de juego, un Motel con todo lo que necesitaba, comida, mujeres y otros como el buscando suerte en los naipes.
Ser jugador profesional podría parecer un gran trabajo, pero en la practica no era tan divertido, en muchas ocasiones te tocaba desposeer a algún pobre diablo de su paga, tramperos, mineros o vaqueros solía ser lo normal, pero la noche que te tocaba desplumar a un padre de familia que casi siempre por causa de alcohol pensaba que esto era cuestión de suerte y buena racha y no de probabilidades y buen juego de manos.
Nada más bajar al bar vio a Clara esperando a la puerta, estaba llena de barro y parecía más un manta de pelo viejo que una preciosa galga.
Se acercó a ella y le dijo, quien me quiere mas? quien es mi chica?
Sabes chica? nos merecemos los tres un baño.
Esa noche no habría trabajo dormiría con sus colegas, unas manzanas un hueso y un trago, y es que para que tanto trabajar si no disfrutas de tus amigos.
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