Esa mañana se despertó, como la anterior y desde hace seis semanas, en la parte superior de la tercera litera empezando por la puerta. El colchón era blando y se notaban los muelles de debajo, la almohada era dura como una piedra y la manta le cubría hasta apenas los tobillos. Eran las cinco de la madrugada y el sol a penas alumbraba por la pequeña ventana del techo, faltaba media hora para que entrasen a despertarlos y después de esos diez minutos para asearse y bajar a por el bocadillo de tocino que cada mañana desayunaban junto al batido de proteínas que obligaban a beber. Tras frotarse los ojos decidió bajar silenciosamente para no molestar a sus compañeros que dormían, y alguno roncaba, en aquella oscura habitación, cogió el uniforme que tendría que ponerse y se encaminó a las duchas. Estuvo exactamente 2 minutos bajo el frío chorro de agua que caía por una fina tubería, era consciente del agua que tenían y no quería dejar a sus compañeros sin una ducha, él entendía lo necesaria que es una ducha para despertar cada mañana con ganas de salir a representar a su país y sabía de primera mano que sin ella no te despiertas del mismo humor.

Después de asearse se miró al espejo y tras contemplar su reflejo durante unos segundos, bajó la mirada y se volvió a mojar la cara, quería deshacerse de ese recuerdo, del mismo recuerdo de cada mañana y la misma imagen de cada noche al cerrar los ojos. Se colgó la placa que le identificaba y guardó en su bolsillo derecho la otra, volvió a mirar su reflejo y salió del baño para dirigirse a su habitación y terminar de colocarlo todo antes de bajar. Mientras se dirigía a su dormitorio,la alarma empezó a sonar y la gente salía de sus habitaciones a toda prisa para poder ducharse con, al menos, agua tibia.

Llegó a su habitación y saludando a sus compañeros acomodó sus cosas haciendo la cama rápidamente. Se sentó en la de debajo suyo y cubriendo su rostro con sus grandes manos suspiró en un susurro para evitar que nadie le oyese, miró hacia arriba y dibujando una sonrisa en su rostro ayudó a su compañero, le hizo la cama y le ayudó a colocar el cajón que se le había caído. Perdió el brazo hacía casi seis meses y aún no podía hacer muchas cosas, seguía de servicio porque era zurdo y uno de los mejores soldados de estrategias.

Bajó junto con todos sus compañeros, se formaron en las mismas filas de siempre y se cuadraron para recibir a su superior y alzar la bandera tocando el himno español, se encomendaron a la Virgen y tras el grito de “¡descansen!”, se dirigieron al comedor.

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